Seguí ayer paso a paso la huelga a través de los noticiarios de radio y de Internet desde las 06:00 de la mañana hasta el mediodía, momento en el que consideré que ya podía saberse lo que el paro había dado de sí. Fui recogiendo por escrito sobre la marcha las reflexiones que me suscitaba lo que iba oyendo o leyendo. Por si alguien tiene interés en echar un vistazo a las notas que tomé, las incluyo a continuación.
07:00. Escucho la ronda de corresponsales de la Cadena Ser. Todos informan de que la huelga general está teniendo un seguimiento masivo. Yo mismo soy mi propio corresponsal: a esta hora, mi calle suele acoger un estruendo inaguantable. Hoy tiene aspecto de domingo. Apenas se oye ruido.
En la radio se producen situaciones chuscas. Ejemplo: el responsable de Mercamadrid sostiene que la actividad del mercado central de la capital es «como la de cualquier otro día»; minutos después, un reportero cuenta que allí hay sólo cuatro gatos y, además, con los brazos cruzados, porque no hay clientela.
Los comunicados del Gobierno son una burla a la razón: confunden el cumplimiento de determinados servicios mínimos con el fracaso de la huelga. Es fantástico: si se incumplen los servicios mínimos, se trata de una huelga violenta y coactiva; si se cumplen, la huelga es un fiasco. Ocurra lo que ocurra, no hay modo de que el Gobierno reconozca el triunfo de una huelga.
Lo de los servicios mínimos abusivos es indignante. Las autoridades los imponen por decreto horas antes de la huelga, con lo cual los recursos legales de los sindicatos difícilmente pueden llegar a tiempo. ¿De qué les vale que los tribunales les den la razón dos semanas después de la huelga, como ha ocurrido tantas veces en el pasado? Si la ley exige que las huelgas se anuncien con la suficiente antelación, ¿por qué no hay otra ley que obligue a fijar los servicios mínimos también con la suficiente antelación? (Ya lo sé: porque las leyes las hacen ellos).
El Ejecutivo dice que hay 26 detenidos por su actuación en diversos piquetes. No dice nada de los empresarios y esquiroles que, según cuentan los noticiarios, han lanzado aquí y allá sus coches contra los huelguistas que les cerraban el paso, provocando un buen número de heridos, ni de las cargas policiales injustificadas que también han dado trabajo a los servicios mínimos de los centros hospitalarios.
08:00. La Policía ha cargado violentamente contra los sindicalistas concentrados ante la sede madrileña de la UGT, en la Avenida de América. ¿Para qué? ¿Para asegurar el derecho al trabajo de los militantes de UGT que querían entrar en la sede y se lo impedían los piquetes? Ha habido heridos. «El piquete violento del Gobierno», como lo han definido los agredidos, llegó a disparar botes de humo en el interior de la sede sindical.
En contraste con la anormal fluidez de la circulación rodada en mi calle -sigo tomándola como indicativo-, las informaciones de los servicios de tráfico hablan de atascos en las entradas de Madrid. Los sindicatos argumentan que hay bastante gente que, previendo problemas en el transporte público, ha optado por coger el coche. Es posible que haya algo de eso. Pero en Barcelona la circulación es semejante a la de un día festivo.
08:15. Pío Cabanillas dice, en nombre del Gobierno, que «sencillamente, no hay huelga general». Pero proporciona datos que contrastan radicalmente con los que aportan los corresponsales radiofónicos desde las zonas industriales de toda España, desde los puertos, desde las estaciones ferroviarias, desde los mercados. «Sobre las calles del País Vasco no circulan autobuses. No hay metro ni trenes de cercanías. Los puertos de Bilbao y Pasajes están paralizados», acaban de informar la redacción de la Ser desde Euskadi.
Los ciclistas españoles de la Volta a Catalunya han anunciado que hoy correrán porque, de no hacerlo, quedarían excluidos de la competición, pero que lo harán al trantrán, sin competir, para mostrar su solidaridad con la huelga.
Escucho que el párking de Nuevos Ministerios acoge un 80% menos de coches que cualquier otro día. Los funcionarios que han acudido a trabajar lo han hecho a las 07:00 de la mañana, aunque su hora de entrada sea las 08:00... y normalmente no se presenten antes de las 09:00. Por supuesto que hay gente así. Si no, ¿de dónde habría sacado Aznar sus 9 millones de votos?
08:30. Según los sindicatos, el Gobierno ha retirado de Internet los datos sobre consumo energético, para ocultar que arroja índices similares a los de un día de fiesta.
Pío Cabanillas ha dicho que el gasto de energía está siendo muy superior al que se registró durante la huelga general de 1994. Pero la comparación no puede hacerse con la actividad industrial de 1994, sino con la de ayer, o anteayer. Para que la comparación con la huelga general de 1994 fuera viable, habría que cifrar el grado de dependencia que tenía entonces la industria con respecto a la electricidad y el gas y el que tiene ahora. Tanto en términos absolutos como relativos.
El locutor de la Ser que ha entrevistado al portavoz del Gobierno no le ha hecho esa elemental observación, ni le ha reclamado esos datos esenciales.
La huelga en los medios de comunicación refleja los cambios que ha experimentado el sector. Sociológicos y tecnológicos. Con muy poco personal cabe poner en la calle -y en la Red- ediciones de emergencia. El País ha podido sacar una edición de 32 páginas pese a que el 80 por ciento de sus trabajadores han hecho huelga. Con El Mundo ha pasado algo parecido. En las televisiones y las radios ha habido algunas anomalías y paros, algunos sonados. Pero no demasiados, a lo que parece. Crónicas marcianas no pudo emitirse por la huelga del personal. Qué paro más profiláctico.
En todo caso, hace seis años la mayoría de los trabajadores de los medios no habrían tolerado que unas pequeñas minorías se aliaran con las empresas para violentar su libre decisión. Si la mayoría vota que no sale el producto colectivo, no debe salir. Ahora, lo que no hace el servilismo lo cubre el miedo a perder el puesto de trabajo. Son varios los medios que preparan despidos, y el personal se barrunta que quienes hayan hecho huelga tendrán preferencia.
08:45. El tráfico de mi calle sigue siendo muy inferior al de un día normal, pero mentiría si insistiera en lo que antes he escrito. Es superior al de un domingo. En algo se diferencia totalmente de un día corriente: no pasan autobuses. Pero esto es Madrid. Escucho que muchas otras capitales se van a librar hoy de su masiva dosis diaria de CO2.
El Centro de Salud de enfrente de mi casa ha abierto las puertas, pero no registra apenas actividad. Hoy tenía cita con mi médico, pero no voy a bajar. Doy por seguro que se ha sumado a la huelga.
09:15. Pío Cabanillas ha puesto antes como otro ejemplo de la normalidad del día que las emisoras de radio no han interrumpido su labor. El Comité Intercentros de Unión Radio, al que pertenece la Cadena Ser, acaba de hacer público un comunicado en el que proclama su solidaridad con la huelga. Señala que, consciente de que la labor informativa radiofónica es un servicio esencial para la ciudadanía, ha pactado con la empresa una programación especial. Y la está cumpliendo: sólo habla de la huelga. Ay, Pío...
09:45. Trato de conectar con el servicio de teletipos al que teóricamente tiene acceso mi ordenador, pero no lo logro. A saber por qué. Me voy directamente a Efe, pero los teletipos que ofrece son una vergüenza. Parecen redactados directamente desde la Moncloa.
La prensa europea recoge profusamente la noticia de la huelga (del anuncio de la huelga). Los titulares insisten en que es la primera huelga general que sufre el PP gobernante, hablan de la oposición que ha suscitado la nueva reforma laboral y comentan en términos críticos la decisión de Aznar de emprender esa reforma mientras ocupaba la Presidencia de turno de la UE. Ya sólo eso le habrá hecho rechinar los dientes.
10:30. Ha llegado ya el momento de hacer balance, llegada la hora de apertura de los comercios. Las rondas informativas de la radio evidencian que la huelga general no ha alcanzado, obviamente, el nivel del 14-D de 1988 -aquello pasará a la Historia como demostración de que una huelga general puede ser literalmente general-, pero que su éxito ha resultado innegable. Han parado todos los grandes centros industriales, las obras públicas, la construcción, los puertos, los mercados, los servicios de limpieza, buena parte de las Administraciones Públicas, la mayoría de los centros de enseñanza, los transportes...
El comercio, a su aire. Oigo que en muchos puntos ha cerrado. En mi calle, han dejado cerrada la persiana dos tiendas sobre diez.
La peluquería ha abierto. Ha perdido un cliente. Al restaurante le ha ocurrido lo mismo. Si ambos hubieran prorrateado lo que les dejo a lo largo del año, tal vez se lo habrían pensado. Respeto su decisión. Pero también yo tengo derecho a elegir con quién me relaciono.
10:35. Me telefonea un profesional del cine muy celebrado en la actualidad -no diré su nombre: no quiero comprometerlo- para solidarizarse con el contenido de la columna que publiqué el miércoles en El Mundo, en la que defendía la convocatoria de huelga general. Dice que se sintió identificado «al 100 por cien» con lo que escribí. Bromeo con él diciéndole que en mi casa el seguimiento de la huelga ha sido del 100 por cien. Tres de tres.
11:15. Una trabajadora andaluza da gracias a los piquetes a través de la radio. Cuenta que en su empresa, de tipo medio, el patrón les informó de que eran libres de sumarse o no a la huelga, pero que cada cual echara una ojeada a su contrato, para tomar nota de su fecha de caducidad. No demasiado sutil. Al presentarse un piquete ante la fábrica y armar la marimorena, los trabajadores pudieron escudarse en esa «presión intolerable» para sumarse al paro, que es lo que deseaban. Con lo que adquirieron el recurso de decir mañana a su patrón: «No, si yo quería trabajar, pero...». Ésas son otras comparaciones que habría que hacer: cuántos contratos precarios había en 1994 y cuántos hay ahora; qué coste tenía el despido entonces y qué coste tiene ahora....
11:30. Rodrigo Rato hace las cuentas del Gran Capitán. Resulta grotesco. ¿No podría haber dejado la papeleta a cualquier mindundi del Gabinete, tipo Aparicio? «Incidencia en el comercio, ninguna», dice. Llamada inmediata de un oyente de Vigo: «En mi barrio, todas las tiendas están cerradas. El Corte Inglés está cerrado. Todo está cerrado».
Rato debe de ser separatista. Por lo visto, no considera que Vigo forme parte de España. Su separatismo es, al parecer, de carácter peninsular, porque el cierre del comercio ha sido general en muchos puntos de España.
Rato dice que, por su apoyo a la huelga, «el PSOE ha cometido su mayor equivocación de los últimos veinte años». ¿Veinte años? Eso nos remonta a 1982. Desde entonces, los GAL, Filesa, la entrada a capones en la OTAN, la Guerra del Golfo...
Por grave que hubiera sido su error del 20-J -que no-, ¿admitiría comparación? Para Rato, por lo visto, sí.
Se retrata él mismo. Y retrata la verdadera catadura de su partido.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (21 de junio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de mayo de 2017.
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