Sabía que el secuestro de los niños de la escuela de Beslán iba a terminar con una carnicería. No porque sea adivino, sino por mera y dura experiencia de la vida: Putin es así y, una vez más, se ha comportado como el Putin que es. No soporta la idea de parecer débil, transigente. Le va la mano dura. Parte del convencimiento de que su brutalidad cae bien tanto a una parte importante de su base social como a muchos dirigentes occidentales, capaces de los más insólitos malabarismos con tal de justificar sus decisiones dacronianas.
En esa línea, el ministro de Exteriores de Holanda, que ejerce la Presidencia de turno de la UE, ha declarado que «comprende» el «terrible dilema» al que se enfrentaban las autoridades rusas.
Dejaré sentado, antes de seguir con esto, que los métodos de los guerrilleros chechenos me producen indignación y asco. Ninguna lucha llevada adelante por vías como ésas puede conducir a nada bueno. No lo digo sólo por razones éticas -porque rechace que el fin justifique los medios- sino también por convencimiento político: está probado y más que probado por la Historia que los medios prefiguran los fines. Lo conseguido por métodos abyectos acaba siendo irremediablemente abyecto.
Dicho esto, vayamos al «terrible dilema» de Putin.
En primer lugar: es imposible hablar de este asunto sin ponerlo en su contexto. Es obligado referirse a las raíces del conflicto de Rusia con Chechenia y recordar que no hay ni una sola razón presentable que justifique que las autoridades de Moscú se hayan resignado a la independencia de muchas de las repúblicas de la ex URSS y, en cambio, se hayan negado a hacer lo mismo con Chechenia.
En segundo lugar: por lo que se sabe, nada obligó a las fuerzas de seguridad rusas -nada, salvo la orden de Putin, claro está- a iniciar el asalto a la escuela de Beslán. Se han justificado de diversas maneras (contradictorias entre sí, por cierto), pero ninguna medianamente convincente. La última que he oído es que dicen que hubo una explosión y que dedujeron que los secuestradores habían empezado a matar a los niños. Se ve que, efectivamente, estalló una granada en el interior de la escuela, pero fue porque se desprendió de la cinta adhesiva con la que la habían sujetado a una ventana. De no estar esperando el menor pretexto para montar la marimorena, las fuerzas rusas habrían podido saber que lo sucedido era eso y que, en realidad, la situación seguía siendo la misma.
En tercer lugar, y poniéndose en el lugar de las autoridades rusas (a título puramente retórico, se entiende): no hay ninguna causa razonable por la cual, si va a producirse una matanza, la tengas que provocar tú. En el caso de que el grupo guerrillero empiece a matar niños, tendrás que evaluar la situación, haciendo un cálculo comparativo entre el desastre que están produciendo ellos y el que puedes causar tú si intervienes.
Cualquier observador medianamente sensato que examine lo sucedido con atención llega a la conclusión inevitable de que las fuerzas rusas han intervenido con el objetivo principal de salvaguardar eso que llaman «el principio de autoridad». Resultado: todos esos muertos y heridos. Un suceso 100% Putin. Que seguirá ahí, con el visto bueno de EEUU y la UE, para que pueda seguir haciendo muchas como ésta.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de septiembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de julio de 2017.
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