Tengo amigos que no ven bien mi adicción militante al lenguaje no sexista, que ellos llaman “políticamente correcto”, formulación que no acepto, porque me parece políticamente incorrecta. Consideran que tener en cuenta constantemente que en el mundo habitamos tantos hombres como mujeres resulta afectado, forzado.
Recuerdo que, allá por los comienzos de los años ochenta del pasado siglo, salió un muy interesante trabajo académico escrito por una mujer que empezaba diciendo: “En los orígenes de la Historia de la Mujer (y, cuando digo la Mujer, incluyo por supuesto a los hombres)…” Magnífico, ese modo de dar la vuelta al calcetín del lenguaje.
Ya sé que la Academia Española sostiene que “hombre” significa “ser animado racional, varón o mujer”, pero también sé que esa definición está hecha por hombres, algunos de los cuales son de un machismo rijoso que tira de espaldas (aparte de seres muy poco animados). Son los mismos sesudos académicos que hasta hace bien poco sostenían en su diccionario que “alcaldesa” significa “mujer del alcalde”.
Yo me gobierno a este respecto (y a otros muchos) por dos axiomas que considero claves.
Primero: el lenguaje dominante es el lenguaje de la clase dominante. En razón de ello, rechazo los razonamientos indolentes del tipo de: “Bueno, no es más que un modo de hablar”. Respuesta elemental: “Ya, pero ¿cómo hemos llegado a ese modo de hablar?”. Usamos un lenguaje que rezuma machismo, clasismo y racismo por los cuatro costados. Estoy hasta las narices de que me hablen de coñazos, de cabrones, de si Dios quiere, de meriendas de negros, de que este o el otro va hecho un gitano, de que el de más allá es un ladino, o un cafre... El lenguaje refleja el orden social, sus categorías, sus jerarquías. Cuando las reproducimos acríticamente contribuimos a su eternización.
Segundo axioma, cercano del anterior: lo que no se nombra no existe. Si nuestro modo de expresarnos elude a las mujeres, dándolas por sobreentendidas, despreciamos lo mucho de específico que tienen. Aunque no lo hagamos aposta: el subconsciente es muy traidor.
Lo escribo para que se lo piensen. Ellas y ellos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de octubre de 2008).