No es por dármelas de profeta, que no lo soy en absoluto. Es que era de cajón: ya estamos metidos en el festival de programas especiales sobre 1968. He visto uno en televisión (un rato: se me ha hecho inaguantable) en el que confundían todo con todo. Incluyendo el 3 de mayo con el 13 de mayo, el comienzo de la carrera de The Beatles con la ruptura del grupo… y así todo.
Puestos a no tener ni idea, han afirmado que la ofensiva vietnamita del Tet contra las fuerzas estadounidenses fue un éxito. Y de eso, nada.
Hay que distinguir entre los resultados militares y los efectos mediáticos de aquella operación. Militarmente fue un fiasco. Vo Nguyen Giap, el gran estratega norvietnamita, mano derecha de Ho Chi Minh, mandó a sus soldados y guerrilleros a una batalla que, en realidad, carecía de posibilidades de victoria. Según los cálculos más modestos, unos 37.000 combatientes vietnamitas perdieron la vida para conquistar unas posiciones que EE.UU. y sus aliados reconquistaron en pocas semanas.
Pero, aunque no estuviera en sus planes, el general Giap ganó la batalla mediática. De golpe y porrazo, gracias a las informaciones periodísticas sobre aquellos escalofriantes combates, buena parte de la juventud norteamericana, que ya estaba madura para ello, asumió que su país estaba metido en una guerra absurda y sin posibilidades de éxito. Y decidió rebelarse contra ella.
Los Estados Unidos perdieron la Guerra de Vietnam no en Vietnam, sino en los propios Estados Unidos. Fue evidente cuando el No desfilaré más, la admirable canción de Phil Ochs, alcanzó la cabecera de las listas de éxitos. Y cuando el Vísperas de Destrucción se impuso por la mano a La Balada de los Boinas Verdes.
Bueno, vale. Hasta aquí, la parte referida a los sesenta.
Lo siguiente que hay que plantearse es dónde estamos en el presente. Y la cosa tiene su intríngulis.
Si usted se pasea por el Vietnam de nuestros días, comprobará que la guerra que perdieron J. F. Kennedy, L. B. Johnson, R. M. Nixon y sus superpoderosos B-52 en aquellos tiempos tan sangrientos y torturados la ha ganado, con el paso de los años y sin pegar demasiados tiros, la Coca-Cola.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de abril de 2008).