La entrada de turistas extranjeros en España bajó en enero un 10,1%. En febrero el descenso fue del 15,9%. En marzo, la cifra global alcanzó el 25%, y ello pese a las rebajas tanto en el precio de los billetes, como en el de las estancias. Vienen menos y gastan menos.
Las patronales del sector aceptan los datos anteriores, que les pueden servir de base para reclamar ayudas oficiales. Más remisos se muestran a la hora de admitir que buena parte del negocio de los tour operators y de las contrataciones de hotel están en manos de empresas extranjeras. Fue una opción que se tomó en tiempos de Fraga y que se generalizó casi a la misma velocidad a la que progresaba el propio negocio, incluyendo la construcción de nuevas urbanizaciones y de hoteles cada vez más grandes. Ande o no ande, caballo grande.
Habrá quien atisbe la sombra del elitismo planear por detrás de estos comentarios.
Hace un cuarto de siglo, un capo del turismo en la Costa Azul se reía abiertamente cuando le citábamos el número casi infinito de camas con las que contaba ya entonces Benidorm. “Nosotros obtenemos beneficios comparativamente mucho más altos con muchos menos visitantes. Pero es que se trata de personas con muy alto nivel de ingresos… que demuestran a la hora de afrontar cualquier gasto. Además, apenas adulteran ni la calidad de las aguas ni la morfología costera” (lo hacen, pero en menor medida).
¿Se trata de atraer menos gente pero más distinguida? En todo caso, lo que no parece muy astuto es llevar tantos huevos en tan pocas cestas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de abril de 2009).