Tras el encuentro entre Rodríguez Zapatero y Rajoy, y en referencia a su acuerdo total sobre el modo de llevar adelante la lucha contra ETA, evoqué hace días en una tertulia de radio la sentencia irónica y un tanto cínica del difunto Francisco Fernández Ordóñez: “En política, ‘nunca’ quiere decir ‘por ahora’”.
Estoy seguro de que, no ya Zapatero, sino también Rajoy, caso de alcanzar algún día el Gobierno, si vieran la posibilidad de poner fin de una maldita vez a la actividad de ETA por la vía de la negociación, negociarían. Ofreciendo concesiones bastante modestas, pero negociarían.
Algo así debió de dejarle caer el lunes Zapatero al portavoz parlamentario del PNV, Josu Erkoreka, porque éste, según salió de la Moncloa, declaró sin cortarse un pelo que el presidente del Gobierno le había aclarado que en su acuerdo con el presidente del PP “no hay ningún pronunciamiento explícito que rechace el fin dialogado” de la violencia de ETA. Erkoreka no tiene fama de frívolo, de modo que Rajoy se creyó en la obligación de terciar de inmediato para decir que Zapatero y él están conformes en que con ETA “no se negocia políticamente”.
¿“Políticamente”?¿Y por qué no decir, por la brava: “Con ETA no se negocia”, punto y final? ¿A qué viene esa precisión? ¿Cabe negociar con ETA “no políticamente”? ¿Cómo? ¿Qué? Si la única opción de futuro que se le ofrece a ETA es la de rendirse, no hay nada que negociar, ni política ni no políticamente. Bastará con que sus dirigentes comuniquen dónde han depositado sus armas y en qué lugar y a qué hora se entregan. Negociar es obtener algo a cambio de algo, aunque lo que se obtenga sea mucho más concluyente que lo que se concede.
Acordar una solución paulatina para el problema de los presos y los exiliados, por ejemplo, ¿podría resultar de una negociación “no política”?
Simplifican tanto, convencidos como están de que la mayoría social no sabe gran cosa acerca de los sibilinos modos palaciegos de hacer política (o sea, de mentir), que no es raro que acaben por perder el sentido de la medida y traten de vendernos cualquier mercancía, por inútil que sea. Incluso peines sin púas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (30 de julio de 2008).