Discusión típica de estos días de ahora: ¿hablamos demasiado de las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos? Quienes piensan que sí sostienen que resulta humillante, si es que no lacayuno, que pongamos tanto interés en las cosas del imperio trasatlántico y nos detengamos con tanta delectación en el debate televisivo tal o en la encuesta cual, como si en lo de allí nos afectara más que lo que sucede delante de nuestras narices. Los opuestos argumentan que, nos guste más o menos, el resultado de esa votación va a ser determinante para nuestro futuro, tanto o más que si se realizara aquí mismo. Incluso hay quien, añadiendo su tanto de humor a la cosa, defiende que deberíamos tener derecho a votar en esos comicios, a la vista de lo mucho que nos implican. Como si fuéramos el 51º estado de la Unión, en cierto modo.
Estoy de acuerdo con todos. Y con ninguno.
A los del pronto nacionalista les diría que su reacción tendría más sentido si se enfadaran también con la existencia de las mal llamadas bases aéreas hispano-norteamericanas, desde las que trasladan presos a Guantánamo sin ni siquiera pedir permiso al Gobierno de España y en las que repostan los aviones que bombardean medio mundo, y si rechazaran también la colonización cultural y hasta gastronómica a la que nos vienen sometiendo las multinacionales con sede en Hollywood, en Atlanta o en Kentucky. Y a los que se toman el asunto como si nos fuera la vida en ello les recomendaría que pensaran en las razones por las que muy buena parte de la propia población de los EE.UU. ni siquiera se molesta en votar. Puedo aportar una: en mis ya muchos años –demasiados, tal vez– de observador de las sucesivas administraciones de la Casa Blanca, no he conocido ninguna que no diera sobrados motivos para aborrecerla. Al final, la población de los EE.UU. elige entre blanc bonnet et bonnet blanc, que dicen en Francia. O sea, tanto da que da lo mismo.
“¡Ah, pero no me compares a un Bush con un Kennedy!”, replican algunos. Y yo recuerdo a John F. Kennedy a la hora de Vietnam, de la crisis de los misiles y de Bahía de Cochinos. Menuda pieza.
Son los inconvenientes de tener memoria.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de octubre de 2008).