Israel no es una gran potencia; es tan sólo una potencia por delegación. Si no recibiera la constante ayuda financiera, militar y política de EE.UU., no tendría base suficiente en la que sustentar su arrogancia. Pero el caso es que la recibe.
Gracias al respaldo de Washington, el estado sionista cuenta con un armamento que jamás habría podido producir por sus propios medios. Gracias a ese mismo respaldo, puede despreciar las leyes internacionales, empezando por la Convención de Ginebra, y las muchas resoluciones de las Naciones Unidas que le instan a dejar de actuar como lo hace: la capacidad de veto que tiene el Gobierno norteamericano en el Consejo de Seguridad de la ONU protege todas sus agresiones. Gracias al chorro de millones de dólares que le llega de EE.UU. año tras año, puede también sostener una economía que por sí misma sería insostenible.
Pero resultaría muy cómodo responsabilizar de todo el desastre a Washington y al poderoso lobby judío estadounidense. La Unión Europea tiene también buena parte de culpa en la criminal arrogancia con la que el Gobierno de Israel se permite actuaciones como la horrorosa que está perpetrando ahora mismo en Gaza. ¿Qué hace la UE ante eso? “Deplora”, “muestra su honda preocupación”, “reclama”… O sea, nada. Europa tiene formidables mecanismos para obligar a Israel a entrar en razón. Sin el comercio que tiene con la UE, el estado sionista se vería en enormes dificultades económicas. ¡Sanciónenlo de una vez, y déjense de cháchara huera!
Los dirigentes europeos, incluidos los españoles, se fingen muy apenados a la vista de la masacre y a continuación se cruzan de brazos. Y nosotros, todos nosotros, les dejamos que obren así.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (30 de diciembre de 2008).