Hace medio siglo se hizo célebre una sentencia de Mao Tsetung: “El imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel”. Por Europa solía utilizarse una imagen similar: “Gigantes con pies de barro”, se decía.
El presidente y fundador de la República Popular China llamaba la atención sobre el hecho de que, en determinadas condiciones, las más imponentes fortalezas, de apariencia inexpugnable, pueden irse al suelo cual frágiles castillos de naipes.
Y tenía razón, vaya que sí, pero se quedó corto.
Mao evocaba algunas de las experiencias históricas que le tocó vivir más de cerca: el hundimiento del imperio japonés, que también invadió el norte de China, su propio triunfo sobre el Kuomintang de Chiang Kaishek, la derrota del imperialismo francés en Indochina, la incapacidad de los EE.UU. para imponerse en Corea, el fiasco norteamericano en Vietnam... Pero, a juzgar por sus escritos, nunca llegó a imaginar que él mismo estuviera cabalgando sobre los lomos de otro tigre de papel. Porque los comunistas de Vietnam fueron capaces de resistir los bombardeos de los B-52 y los ataques con napalm, pero acabaron sucumbiendo, como sabemos, a las insinuaciones de la Coca-Cola y a los cantos de sirena de la economía de mercado, lo mismo que le sucedió a la URSS, que resultó otro gigante con pies de barro y se fue al garete en un abrir y cerrar de ojos, dicho sea en términos históricos.
Los recientes Juegos Olímpicos nos han permitido asomarnos a la China actual y a la caricatura en la que ha quedado el proyecto teóricamente igualitarista del propio Mao. El Estado chino conserva la férrea estructura política que propició su fundador (fuertemente centralizada, brutalmente disciplinada a través del partido único y del castigo implacable de la disidencia), pero en la vida económica y social aplica, con la misma falta de miramiento e idéntico rigor, las leyes del capitalismo más salvaje. Para rematar la faena, su modelo cultural es típicamente made in USA. Es como si el régimen chino hubiera decidido quedarse con lo peor de cada casa.
Paradojas de la vida: el maoísmo también ha resultado ser un tigre de papel.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (3 de septiembre de 2008).
Nota.– Una avería mental del columnista, que lleva en pie desde las 5 de la madrugada, ha hecho que esta columna no subiera a la red hasta la avanzada hora en que lo ha hecho, y eso porque el despistado ha recibido el aviso de un amigo. Disculpas.