Tengo testigos: las primeras veces que oí hablar del Audi Q3 como producto automovilístico adjudicable a la factoría de Sabadell, me pareció entender que decían Audi “Cutres” (así, de cutrerío), y pensé: “Les importamos un pimiento. No piensan en nosotros ni siquiera para el nombre del modelo.”
Lo mío puede tener cierta justificación (poca) porque vengo de Francia, donde era costumbre jugar en los modelos de automóviles con dobles sentidos: así, el Citroën DS, es decir, déesse, equivalía a Diosa (en Francia coche es femenino).
Pero pronto descubrí que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Porque la cesión de los trabajadores de Martorell incluye aspectos por los se han comprometido en firme, estrictos a más no poder, pero que, en lo que se refieren a la empresa son vaporosos y elásticos hasta extremos insólitos, de puro etéreos e inasibles. Son acuerdos cutres.
“Esto no es lo que habríamos querido”, afirma el presidente de SEAT, Eric Schmitt, cuyo apellido denota que procede clarísimamente de l’Ampordà. “Los trabajadores deberían haberse autocongelado el sueldo por al menos dos años. Necesitamos, además, más ayudas estatales. En fin, nada de todo ello puede asegurar que el Q3 acabe haciéndose en España, al fin y a la postre”.
Dicho de otro modo: tú ve poniendo todo lo que tengas sobre la mesa y yo ya veré qué puedo hacer con eso.
Nos lo han dicho desde críos: “Quien no llora no mama”. Reconvirtamos la consigna: sólo la lucha renta. Apunta al bolsillo del patrón y verás qué carita pone.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de marzo de 2009).