Recordarán ustedes el viejo chiste del sádico y la masoquista. La masoquista le suplica al sádico: “¡Pégame!”. Y el sádico decide hacerle el máximo daño: “No”, le responde.
Ha bastado con que el lehendakari Ibarretxe optara por renunciar a la cuestión previa de nulidad del proceso incoado contra él por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, argumentando que no quería recurrir a argucias de procedimiento y que prefería que se fuera al fondo del asunto para demostrar que no hizo nada reprobable, para que dos de los tres miembros de la sala del TSJPV decidieran apoyar el archivo definitivo de la causa. Es como si le respondieran: “Tú quieres ir hasta el final porque piensas que eso te convendría. ¡No te vamos a hacer el juego!”.
Los dos integrantes del TSJPV que han votado a favor de la nulidad del procedimiento contra Ibarretxe, López, Otegi et alii se amparan en la doctrina que el Tribunal Supremo estableció para sobreseer la causa contra Emilio Botín por el caso de las jubilaciones millonarias. El juez que ha votado en contra del criterio de sus dos compañeros argumenta apoyándose en la resolución que adoptó el propio TS para que se enjuiciara y condenara a Juan María Atutxa en tanto que presidente del Parlamento Vasco. ¿De qué lado está la razón? De los dos. Y de ninguno.
La explicación hay que buscarla en las sentencias a la medida que pronuncia el Tribunal Supremo. Comprenderán ustedes que no es lo mismo procesar a uno de los principales banqueros del país que a un militante nacionalista vasco casi retirado y amortizado.
El TS está a las duras y a las maduras. El TSJPV está casi siempre a las duras, pero sabe protegerse cuando le conviene.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de enero de 2009).