Gaspar Llamazares ha anunciado que renuncia a seguir como coordinador general de Izquierda Unida. A decir verdad, no parece que en los últimos tiempos coordinara mucho (no es fácil coordinar a quienes no se dejan), de modo que cabe decir que renuncia más al cargo que a la función.
De las afirmaciones que he leído que Llamazares ha hecho en tiempos recientes hay una que me ha parecido particularmente digna de reflexión. Se queja el político asturiano de que mucha gente de IU se resiste a asumir que los batacazos electorales de la coalición se deben, en no poca medida, a que su representatividad política y social es, de hecho, bastante limitada (él la sitúa en un 5-10%). No creo que la sociedad española actual cuente con mucho más de un 5% de ciudadanos que alienten una ideología de izquierda consecuente. Conforme. Lo que pongo en duda es que IU, con él al frente, haya ofrecido desde el año 2000 una alternativa de izquierda consecuente. Son dos asuntos conexos, pero distintos.
Que Llamazares tire la toalla y abandone la dirección de IU antes de la IX Asamblea Federal me parece comprensible a más no poder. Eso no es un cargo; es una tortura. Los dirigentes de las diferentes tendencias de IU se pelean tanto entre sí que apenas les queda tiempo para hacer nada constructivo, y eso tiene que agotar al más pintado. Lo que no veo cómo asumir, y me resulta hasta desagradable, es que Llamazares renuncie a ser dirigente de IU pero no abandone su escaño en el Parlamento. Él no obtuvo su acta de diputado a título personal, sino porque la coalición lo puso al frente de su lista, en razón de la responsabilidad orgánica que ejercía.
Ya sé que no es nada sencillo reciclarse como particular en la vida civil cuando uno lleva decenios como profesional de la política. El propio Llamazares, licenciado en Medicina, reconoce que está fuera de juego como médico. Tendría que buscarse la vida por otras vías. Pero ejercer en el Parlamento como portavoz de un grupo político de cuya dirección se ha apeado no parece el colmo de la coherencia.
Recuerde a su paisano Gerardo Iglesias. A veces saber salir es más difícil que saber estar.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de octubre de 2008).