Se instala entre las elites de la UE la idea de que, haya dicho el electorado irlandés sobre el Tratado de Lisboa lo que se le haya puesto, el proyecto ha de seguir adelante. Y debe hacerlo con Irlanda, les guste más o menos a los irlandeses. El plan parece que consiste en convocar en la República del Eire todos los referendos que hagan falta, hasta que la población diga que sí, aunque sea por aburrimiento.
“El voto irlandés ha sido conservador, reaccionario e impropio de la Europa moderna”, alegan muchos políticos y comentaristas para justificar su defensa de una pronta repetición del referéndum. ¿Sí? No lo tengo tan claro. Yo creo que los irlandeses ha votado –los que han votado–pensando en sus intereses particulares y en su especial fiscalidad, que han visto en peligro. Lo cual no es tan irrazonable, si bien se mira. Pero pongamos que fuera como dicen y que el voto irlandés haya sido conservador, reaccionario e impropio de la Europa moderna. ¿Y qué? ¿Vamos a reclamar que se repitan las elecciones en Italia hasta que el primer ministro electo sea menos conservador, menos reaccionario, menos bribón y menos machista que Berlusconi? ¿Reclamaremos lo mismo a la Francia de Sarkozy, él tan moderno, tan progre y tan multirracial?
Cada cual es libre de juzgar el voto de los demás como le parezca, pero la democracia no se caracteriza por enjuiciar los votos, sino por contarlos. Y por aceptar el resultado del recuento, nos guste más o menos a los unos o a los otros.
La construcción europea se está convirtiendo en el tinglado de la nueva farsa. Todo el mundo hace retórica con lo estupenda que es, pero todo el mundo sabe que, tal como está concebida, es una pura entelequia y que, si el Tratado de Lisboa –la Constitución Europea camuflada– sale adelante, es porque sus promotores se las han arreglado para que ni franceses, ni alemanes, ni daneses, ni suecos, ni holandeses, ni británicos, ni checos… en fin, para que ninguna población (salvo la española, que lo respalda todo, porque se ve que sabe muy bien de qué va todo, aunque luego rezongue por todo) haya tenido derecho a decir esta boca es mía.
¡Democracia pura!
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: «Je m'en fous de la France».