Las gentes del PP saben muy bien lo difícil que resulta contrariar a quien comanda la cúpula dirigente de su partido, que tiene una estructura fuertemente presidencialista. Es complicado hacerlo en todo caso, pero lo es todavía más cuando se trata de asuntos tan claves como la designación del cabeza de cartel en unas elecciones generales.
Es ésa, sin duda, la razón que ha movido a algunos militantes –muy probablemente azuzados por algún líder (o lideresa) deseoso de desbancar a Rajoy– a promover la idea de que el PP celebre unas elecciones primarias que sirvan para seleccionar a quien haya de ser su principal candidato en los siguientes comicios generales.
¿Una iniciativa desesperada? En todo caso, absurda. Y no sólo porque se produzca a destiempo.
El modelo estadounidense de elecciones primarias no encaja en España, como tuvo oportunidad de comprobar el PSOE cuando intentó imitarlo. En EE.UU. votan los electores que previamente se han inscrito como votantes de tal o cual partido. Aquí eso no existe, de modo que el PP habría de optar entre que sólo votaran los afiliados del partido o abrir la votación al público en general. En el primer caso, se toparían con una segunda versión (rara, pero versión) de los congresos locales, con las mismas presiones del aparato de por medio. O sea, con más de lo mismo. En el segundo, con una situación que podría fácilmente degenerar en cachondeo: nada impediría a los partidarios del PSOE, de IU o de quien sea presentarse a votar, así fuera sólo para chinchar.
Pero es que, además, las mitificadas elecciones primarias estadounidenses no tienen nada de modélicas. Son cualquier cosa menos garantía de democracia. Requieren un enorme esfuerzo financiero de los candidatos (publicidad, costosos mítines, viajes con equipos de especialistas, etc.) que sólo pueden materializar con el respaldo de grandes empresas y fortunas, que luego, en caso de éxito, pasan la lógica factura. Y así les suele ir.
Para mí que los que reclaman elecciones primarias en el PP lo único que quieren es enredar.
De ser así, lo están consiguiendo. Entre los unos y los otros, tienen montado un lío de mil pares.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de mayo de 2008).