No es difícil entender las razones por las que el PP de Rajoy y la UPN de Sanz han llegado a la ruptura. Sanz sabe que gobierna en Navarra gracias a la benevolencia del PSOE y es consciente de que ese favor tiene que pagarlo, así sea a plazos. Acaba de hacer efectivo uno, negándose a votar en contra del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Lo que ha provocado las iras de Rajoy no es que Sanz tenga un apaño con los socialistas navarros (él sabe bastante de pactos de apariencia incongruente, pero útiles); lo que no acepta es que UPN se desentienda de la línea general marcada desde la calle Génova y vaya por libre. Porque, en ese caso, deja de ser la tópica “franquicia navarra del PP”. O, por decirlo más claro, deja al PP sin representación en Navarra.
Supongo que también habrán influido las cuestiones personales. Porque Sanz se ha dedicado en los últimos días a tocarle las narices a Rajoy a base de bien, sacando pecho con declaraciones públicas nada propicias a la distensión. Rajoy es de natural cachazudo, pero tampoco puede permitirse que en su partido se asiente la idea de que lo es demasiado.
Si está bastante claro por qué ha ocurrido lo que ha ocurrido, lo que no está nada claro es qué va a suceder a partir de ahora. El PP se ha puesto a construir su propia estructura orgánica en Navarra, no sólo distinta de UPN, sino en inevitable confrontación con ella. Es fácil que una cierta parte de UPN se pase a las filas del nuevo PP navarro, sea porque no comulga con Sanz –dicho sea en todos los sentidos de la expresión–, sea para hacerse un hueco político con más proyección general. Esa división de la derecha navarra puede tener un reflejo de importancia en las urnas que, aunque aún están lejos, siempre operan como polo de referencia política. ¿Y si la porción del pastel que el PP le quitara a Sanz fuera suficiente para romper su hegemonía, ahora ya mismo relativa, y permitiera al PSN plantearse su regreso a la presidencia del Gobierno foral dejando a UPN al margen?
La política institucional navarra, que ha estado en foto casi fija desde 1991, ha vuelto a coger marcha. Eso siempre es de agradecer.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (30 de octubre de 2008).