Se lo oí al protagonista de una película tirando a cutre, pero la frase me cayó en gracia. El tipo había hecho un pronóstico de mal agüero y su vaticinio se cumple. Entonces musita: “Odio tener razón”.
La secretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Rodham Clinton, ha visitado China. Y no es que haya orillado los asuntos referentes a la violación de los derechos humanos en la mal llamada República Popular, sino que ha afirmado explícitamente que los problemas relativos a los derechos humanos no deben interferir en absoluto las buenas relaciones entre EE.UU. y China. O sea, que pelillos a la mar. Y si no hay libertad, y si se producen ejecuciones arbitrarias a diario, tanto da, mientras haya millones de dólares de por medio.
Era la regla de comportamiento de la Administración Bush (no sólo con China, sino en el mundo en general, incluido su propio país), pero mucha gente creyó que con la elección de Obama eso iba a cambiar sustancialmente. Nunca lo creí, y la designación de Hillary Clinton como secretaria de Estado confirmó mi escepticismo. Algunos amigos me dicen: “¿Y lo de Guantánamo? ¡Es un cambio!”. A lo que respondo: “En primer lugar, el campo de concentración de Guantánamo sigue aún donde estaba, que yo sepa. Y, en segundo término, una golondrina no hace el verano”. La Casa Blanca no ha tomado ninguna iniciativa enérgica para frenar la tragedia palestina (y bien que podría hacerlo), sigue enseñándole los dientes a Irán, quiere acentuar su presencia en Afganistán… Oigo muchas buenas palabras, pero no veo los buenos hechos por ningún lado.
De todos modos, insisto: hay bastantes ocasiones en las que odio que mis vaticinios pesimistas se cumplan. Me encantaría equivocarme.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de febrero de 2009).
Puede verse también hoy mi intervención en la presentación del libro Crónicas del 6, realizada el pasado 18 de febrero en Madrid.