Supongo que Hillary Clinton acabará resignándose a ir como candidata a la Vicepresidencia de los EEUU, a la sombra de Barack Obama. Y lo supongo porque se ha entrampado hasta tal punto con los muchos consorcios económicos que han financiado su larga y carísima campaña que de algún modo tendrá que compensarlos por su fracaso. De llegar a ser vicepresidenta, podrá devolverles una parte de sus favores. Si se retira, sin más, quedará para siempre en su punto de mira.
Supongo también que Obama la aceptará como segunda de a bordo, porque está obligado a recomponer las muy divididas filas del Partido Demócrata y porque le conviene añadir a su imagen afroamericana, inquietante para no pocos estadounidenses de la vieja escuela (o sea, racistas), el necesario complemento wasp, que lava más blanco.
De todos modos, la mejor baza que tiene en sus manos Obama es el aspirante republicano, John McCain, aburrido y decadente. Un candidato que se ve obligado a presentar certificados de que no está ni gagá ni mal enterrado es cualquier cosa menos ilusionante. Si es cierto, como dicen algunos –otros lo niegan–, que la mayoría de la población de EE.UU. desea dar carpetazo a su pasado reciente y emprender un nuevo camino, doy por hecho que la opción no será McCain. Parece menos estúpido que Bush Jr. (cosa nada difícil, desde luego), pero tan capaz como Gerald Ford o como Juan Carlos de Borbón de quedarse traspuesto en cualquier recepción, a nada que sea después de comer y se prolongue. Vamos, que tampoco está para muchos trotes.
En todo caso, las elecciones presidenciales de los EE.UU. –no sólo éstas de ahora: también las de ayer, y supongo que lo mismo que las de pasado mañana– tienen todo el aspecto de ser un rompecabezas que no hay ninguna necesidad de esforzarse en componer, porque se compone solo, por su cuenta. Cada pieza se mueve por sí misma para situarse en el sitio adecuado, encajando sin problemas donde mejor le corresponde, porque para eso ha sido concebida.
Es gente de diseño. Al modo de los diseños de estos tiempos, ya se dediquen a los electrodomésticos o a la política: vistosos, pero poco consistentes.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de junio de 2008).