En un delirante diálogo de una comedia de Enrique Jardiel Poncela, alguien acusa a una señora peripuesta y enjoyada de ser una salvaje. A lo cual ella responde: “¿Yo salvaje? ¡Pero si soy de Mallorca!”. El hijo de la dama, que asiste desolado a la escena, dice a su progenitora con gesto abatido: “¡Mamá! ¡Que te han llamado salvaje, no indígena!”.
El pasado miércoles la prensa informó de que se había producido en Argelia “un atentado salvaje". Recordando a Jardiel, me pregunté: “¿Salvaje? ¿No querrán decir indígena?”
Todos los atentados son brutales: no hay atentados salvajes y otros que no. Si no son salvajes, ¿de qué tipo son? ¿Civilizados? ¿Cultos? ¿Corteses, tal vez?
Recordarán ustedes los tiempos en los que los medios de comunicación pusieron de moda hablar de las “víctimas inocentes” de los atentados. Otro tópico irritante. ¿”Víctimas inocentes”? ¿Y por qué calificarlas así? ¿Para distinguirlas de las víctimas culpables? ¿Y qué es una víctima culpable?
No estoy haciendo ninguna reducción al absurdo. Con más o menos claridad, con mayor o menor conciencia de ello, hay gente que considera que algunas víctimas de acciones armadas ilegales o clandestinas son realmente culpables; que han sido tiroteadas o les han puesto una bomba porque “se lo estaban buscado”. He oído expresiones de ese tenor procedentes de los más diversos bandos y en las más variadas latitudes. Ha habido incluso gobernantes que no han tenido empacho en justificar esas barbaridades, defendiendo que hay causas que merecen ser defendidas “hasta en las alcantarillas”. ¡En las alcantarillas! Es inevitable pensar en El tercer hombre y en la penicilina adulterada de Harry Lime.
En situaciones de guerra declarada (aunque ya nadie declara la guerra, al viejo estilo), los militares se tirotean, se bombardean y se apiolan entre sí sin mayores miramientos. Es una cosa que tienen acordada entre ellos. Pero, fuera de esas situaciones especiales, se supone que nadie está autorizado a cargarse a otro, y menos sin juicio previo.
De modo que ni “atentados salvajes” ni “víctimas inocentes”. Atentados. Víctimas. Sin adjetivos. Con lo sustantivo basta y sobra.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de agosto de 2008).