Sigo esperando con creciente impaciencia, ya casi desesperada, el comunicado del PP que condene al Gobierno de España por estar favoreciendo la negociación con los piratas que se han apoderado del pesquero Playa de Bakio en aguas del Índico. ¿No estábamos en que es de todo punto inaceptable negociar con terroristas? ¿No se había establecido como principio insoslayable que constituye un delito intolerable y un crimen de lesa patria ceder a sus chantajes?
“Pero éstos son delincuentes comunes”, me argumenta mi buen amigo Gervasio Guzmán, al que le incomoda mi argumento. “¿Delincuentes comunes? O sea, lo mismo que la gente de ETA, según han insistido hasta la saciedad los dirigentes del PP”, le respondo. Efectivamente, llevo años oyéndoles decir que, para estas alturas, los de ETA son ya sólo una banda de delincuentes que mantienen su actividad para hacer dinero, sin más. Como un modo de vida.
Es decir, igual que los piratas somalíes. ¿Y con aquéllos cabe negociar, e incluso pagar rescate, pero con éstos está prohibido incluso hablar? ¿Y allá mandamos diplomáticos, con todas sus credenciales, pero al que se atreve a intermediar aquí se le detiene de inmediato y se le conduce esposado a la Audiencia Nacional?
Dejo constancia, no vaya a ser que algún despistado confunda el sentido de mi sarcasmo, que apoyo todas las gestiones destinadas a liberar a la tripulación del Playa de Bakio (a toda, al margen de sus orígenes geográficos). De lo que me quejo (y de lo que me río) es del manejo de esos principios de quita y pon, que se inventan sobre la marcha para usar como arma arrojadiza en una situación concreta y que se esconden púdicamente en cuanto resultan inconvenientes o impopulares. O hay algunas condiciones en las que se puede y se debe negociar y llegar a arreglos con los chantajistas, por desagradable que resulte, o no las hay, en cuyo caso lo que debería exigir el PP al Gobierno de España es que respalde plenamente a la parte de las autoridades somalíes que es partidaria de tomar el barco a tiro limpio para neutralizar a los secuestradores, vivos o muertos.
Pero no sé. Algo me dice que no lo va a hacer.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de abril de 2008).