El senador Joseph McCarthy se hizo célebre entre 1950 y 1956 como organizador y teórico del Comité de Actividades Antiamericanas, desde el que inspiró una implacable persecución contra todos los disidentes habidos y por haber, reales o imaginarios. McCarthy tenía una base político-ideológica simplicísima: sólo un comunista camuflado podía no estar de acuerdo con el sector más conservador de la derecha estadounidense.
En realidad, McCarthy no inventó nada: esa tendencia a la apropiación del “verdadero espíritu americano” es una constante reaccionaria de los EE.UU. Algunos de sus propagandistas han llegado incluso a ostentar la Presidencia.
Ahora, frustrados por la pérdida de las elecciones presidenciales, los ultraderechistas estadounidenses se han revuelto contra Barack Obama. Como no pueden imputarle ser un criptocomunista, más que nada porque la URSS ya no existe, le acusan de ser socialista y (lo que no se sabe si es igual de grave o incluso más) de pretender importar “ideales europeos” en materias como energía, educación y salud. Son tan iletrados o tan demagogos que ignoran que en Europa las políticas sociales en esos terrenos son generales, no exclusiva de los gobiernos socialistas.
De todos modos, no se precipiten: a la velocidad que Europa está liquidando las conquistas del Estado del Bienestar, lo mismo no tardan en aplaudirnos.
Cuando hace poco un periodista preguntó a Obama si es socialista, el presidente de los EE.UU. respondió entre risas: “La respuesta es no”. Le entiendo: a mí también la idea me suena a chiste.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de marzo de 2009).