En estos últimos días los medios de comunicación han recogido acríticamente, cuando no jaleándolas, muchas afirmaciones demagógicas e infundadas relativas a la excarcelación de Iñaki de Juana Chaos.
Cuando una persona próxima a alguna de las víctimas de De Juana habla del caso, no tiene sentido exigirle ni rigor jurídico ni mesura. La ira le ciega, y es muy comprensible. Cabe reclamar algo distinto, en cambio, a los políticos, juristas y periodistas, la mayoría de los cuales no está haciendo nada para poner las cosas en su sitio, proporcionar datos veraces a la ciudadanía y aclarar conceptos básicos.
Un ejemplo: el pasado sábado oí afirmar a una de las dirigentes de nueva hornada del PP que resulta inaceptable que un asesino como De Juana pueda quedar en libertad. No dijo “...tan pronto”, sino “en libertad”, a secas. Se ve que es partidaria de que haya personas que permanezcan recluidas en prisión hasta su postrer suspiro. Pero, dado que esa propuesta choca con la Constitución, que excluye la cadena perpetua, ¿por qué no anunció que su partido pondrá en marcha una iniciativa parlamentaria para reformar la ley suprema? ¿O es que hablaba tan sólo para darse ínfulas ante la galería?
Otro ejemplo: se ha insistido hasta la saciedad en la falta de arrepentimiento de De Juana y de otros miembros de ETA que son excarcelados tras cumplir largas condenas. Tal como se presenta el asunto, se diría que están todos deseando quedar libres para volver a poner bombas. La estadística dista mucho de confirmar esa presunción. Prueba más bien lo contrario. Han sido contadísimos, casi anecdóticos, los casos de expresos de ETA veteranos que han vuelto a las andadas. Es posible que no renieguen a voz en cuello de su pasado, por razones imaginables, pero en la práctica demuestran estar escarmentados. O anulados. O hartos del combate.
Quizá conviniera, ya que de eso se habla, que alguien informara a la ciudadanía de los efectos psicológicos devastadores que tiene pasar veinte años en la cárcel. Están muy estudiados. Equivalen, por entendernos, a media pena de muerte.
¿Que media les parece poco? Pues vale: exíjanla entera. Retrátense.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de agosto de 2008).