Lo que más me preocupa de la candidata republicana a la Vicepresidencia de los EE.UU., Sarah Palin, es que siento por ella una profunda aversión.
Me explico. Yo no soy supersticioso y tampoco me tengo por gafe, pero he acumulado experiencia, y la experiencia me ha demostrado que basta que alguien con ínfulas políticas me caiga rematadamente mal para que triunfe. No puedo evitar el temor de que mi repelús por Palin sea augurio de victoria republicana en las próximas elecciones estadounidenses.
La última salida de pata de banco de esta carca redomada ya la conocen ustedes: basándose en una información de The New York Times descaradamente malinterpretada, ha acusado a Barack Obama de haber tenido relaciones con terroristas. Se refiere a un posible contacto vecinal muy juvenil del ahora aspirante demócrata a la Presidencia de los EE.UU. con el fundador de un grupo de activistas violentos tirando a psicodélicos, los Weathermen, que cometieron algunos atentados durante la Guerra de Vietnam, aunque nunca hirieron a nadie.
Es realmente irritante que una acusación así pueda ser formulada por una dirigente del Partido Republicano, que ha nutrido a su país de presidentes responsables de haber estado en colusión con terroristas de toda suerte. Un ejemplo llamativo, aunque sea sólo uno entre otros muchos: Ronald Reagan proporcionó protección, adiestramiento y grandes sumas de dinero a las huestes de Osama Bin Laden para que éste fomentara la actividad guerrillera antisoviética en Afganistán entre 1981 y 1989. No me consta que el jefe de Sarah Palin, el muy veterano John McCain, que ya ejercía cargos de representación pública por aquella época, denunciara nunca a Reagan por “juntarse con terroristas”. Me da que nunca lo hizo. Tampoco parece que objetara nada a Bush Sr. cuando abasteció de armas a Sadam Husein para que atacara a Irán mientras gaseaba a los kurdos.
El problema es que la mayor parte de la ciudadanía tiene muy mala memoria, en Illinois y en París, en Valparaíso, en Gijón y en la Cochimbamba. O tal vez no sea que recuerde mal, sino que nunca se ha tomado el trabajo de informarse, ni del presente ni del pasado.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de octubre de 2008).