En sus primeros días de andadura, la campaña electoral vasca está ofreciendo un aspecto –uno sólo, pero algo es algo– que resulta gracioso: no hay candidato que no insista, de mitin en mitin y de conferencia de prensa en conferencia de prensa, en que hay que hablar “de los problemas reales”, “de lo que de verdad le importa a la gente” (que al parecer es sólo la economía), dejándose de “disquisiciones que únicamente interesan a los políticos”. Una vez declarado lo cual, ellos mismos se refutan y vuelven a soltar por enésima vez sus respectivos y conocidísimos rollos sobre el soberanismo, la consulta, la negociación o la no negociación, la ley de partidos, las ilegalizaciones, las fijaciones de la Audiencia Nacional y el resto de lo que por allí solemos llamar “el monotema”.
Los políticos visitantes con despacho en Madrid son tal vez los más cómicos: desembarcan, se suben a un estrado, afirman que hay que hablar “de lo que de verdad le importa a la gente”, dejan clarísimo que saben a ciencia cierta que a la población vasca le es indiferente ser soberana, se tiran un par de horas elucubrando sobre ello y salen a escape para pillar el avión que los lleve de regreso a la capital del Reino y seguir con sus cosas.
Es ridículo. Lo que “de verdad le importa a la gente” no existe, porque la gente no tiene ni un pensamiento ni unos intereses únicos. Hay gente que está angustiada porque no llega a fin de mes y la política se la trae al pairo, y hay gente que está hundida porque no llega a fin de mes y, además, se interesa por la política. Del mismo modo que hay gente que llega sin problemas a fin de mes, que es el caso de casi todos los que se echan esos mítines.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de febrero de 2009).