Desconfío de los que acostumbran a sentenciar que “lo óptimo es enemigo de lo bueno”. Por lo común, no lo hacen para salir en defensa de lo bueno sino, como mucho, de lo que es malo, aunque menos malo que lo que podría ser todavía peor.
Tampoco juegan limpio, de todos modos, los que se oponen a lo bueno en nombre de un óptimo meramente imaginario.
Un filósofo español escribió en 1999 un artículo para oponerse a que Augusto Pinochet, que por entonces se encontraba en una clínica de Londres, fuera extraditado a España. Según él, ni extradiciones ni paparruchas. Lo que había que hacer era dar al exdictador chileno una buena dosis de su propia medicina: pegarle cuatro tiros y se acabó.
No me pareció que valiera la pena responder a aquella diatriba argumentando que somos bastantes los que estamos en contra de la pena de muerte, incluso cuando el reo es un criminal de tomo y lomo y cuando la sentencia la dictan tribunales legalmente constituidos (no digamos si son unos particulares los que la aplican arrogándose el papel de ejecutores de la justicia divina). El articulista en cuestión sabía de sobra que su propuesta resultaba totalmente irrealizable. Era sólo una forma muy particular y aparentemente muy radical de oponerse a que Pinochet fuera extraditado, criterio que compartía con el fiscal Eduardo Fungairiño, sobre cuyas inclinaciones políticas tampoco vale la pena extenderse demasiado.
No siempre es sencillo escapar a las trampas intelectuales. ¿Menos malo, bueno, imposible? Hay alternativas que se presentan como las menos malas de las accesibles cuando en realidad están más allá de lo éticamente aceptable (aunque haya posibilidades aún peores: casi siempre las hay, en casi todo). Y hay alternativas netamente mejores que parecen utópicas o irrealizables tan sólo porque quienes aseguran asumirlas no tienen el coraje de defenderlas.
“El mundo se aletarga por falta de imprudencia”, cantó Jacques Brel en 1977, viéndoselas venir.
Exigir lo imposible equivale a aceptar lo existente. Yo no aspiro a ningún imposible. Ni siquiera reclamo imprudencia. Me conformaría con unas cuantas toneladas menos de resignación.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de marzo de 2008).
Comentarios
Escrito por: Gorka.2008/03/14 11:48:1.495000 GMT+1
dascuw
"El articulista en cuestión sabia de sobra que su propuesta resultaba totalmente irrealizable".
Al respecto Javier Ortiz puede consultar con una fuente con información de primera mano: Anastasio Somoza.
Escrito por: leo.2008/03/14 13:18:17.623000 GMT+1
Creo que el articulista en cuestión es el inefable Gabriel Albiac. El mismo al que Toni Negri le ha mandado algunos dardos por reclamarse alguna vez seguidor o deudor de él.
Albiac, como Sánchez Dragó, incluso Albert Boadella, entre otros muchos, conforman una fauna de "intelectuales" exóticos que movidos, no sé si por el rencor o por una obsesiva notoriedad mediática, han realizado un peregrinaje ideológico-personal de lo más enrrevesado. Ahora que, óptimo para sus cuentas corrientes.
Saludos.
Escrito por: Diógenes.2008/03/14 14:08:22.655000 GMT+1
El problema está en definir qué es lo imposible. Por ejemplo, la transición española. ¿Había que votar a favor de la Constitución? Hoy resulta anacrónica en aspectos básicos, como la tutela militar que impone, pero aun con todos sus inconvenientes lo cierto es que en aquel momento era un gran avance respecto a lo que había. ¿Quizá pedir más entonces era un imposible? ¿O no? No es tan fácil.
Escrito por: Antonio.2008/03/14 14:54:16.226000 GMT+1
El artículo de hoy me ha gustado especialmente; yo también soy de ésos a los que le molesta el uso que se le suele dar al dichoso dicho (valga la redundancia)
Cambiando de tercio; puede que, como sugiere Antonio, La CE fuese lo máximo posible que se pudiese pedir por aquel entonces. Lo que parece pertinente es preguntarse si hoy dia sigue siendo imposible pedir otra cosa...
Escrito por: .2008/03/14 15:52:32.528000 GMT+1
Escrito por: Izaam.2008/03/14 15:57:35.975000 GMT+1
Escrito por: Beatriz.2008/03/14 18:51:1.912000 GMT+1
El niño podría haberse contentado con uno, si hubiera temido una reprimenda por su descaro, su corta edad le permitió no estar condicionado y ser expontáneo.
Puede, también, que hubiera agarrado una buena rabieta quedándose sin nada, si sólo se le hubiera ofrecido uno y no más.
A los adultos no se nos ofrecen mantecados. Y solemos estar muy condicionados, aborregados a permanecer contentos con lo presente, o atemorizados a perder por aspirar demasiado.
¿Resignación? La que pregonaban a los siervos cristianos, prometiéndoles el Cielo.
¿Resignación? La que obligan los grilletes hipotecarios del esclavismo consumista de hoy.
Leyéndole, Javier, me "pesa" menos la resignación. Incluso hay días en que, como mi sobrino, estoy dispuesto a pedir dos, no uno.
Escrito por: Nkeer.2008/03/14 22:12:12.921000 GMT+1
Escrito por: josé.2008/03/15 00:55:52.635000 GMT+1