El cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, se queja de que “el laicismo radical e ideológico” (sic) pretende “recluir la fe a la esfera de lo privado”.
Se deduce de ello que el cardenal considera que la fe (obsérvese que él da por hecho que su fe particular es “la fe”, por antonomasia) debería ser de dominio público.
Pero, ¿en qué sentido? Porque lo público es lo que se exhibe a la vista de todos, pero también cuanto gestiona el Estado.
Me extrañaría que Antonio Cañizares tema que el catolicismo desaparezca en España de la vista pública. Nadie ha dificultado hasta ahora por aquí, que yo sepa, que quienes alientan la fe católica alardeen de sus creencias, e incluso alteren la vida de los demás con sus fiestas confesionales, sus procesiones y sus ritos. Si la Semana Santa, el Corpus, los Reyes Magos, la Inmaculada, San Isidro y la ofrenda al Apóstol Matamoros están en vías de formar parte de “la esfera de lo privado”, que venga Visnú y lo vea. Yo, que no creo en ningún Dios porque, como Pierre Simon de Laplace, no tengo necesidad de esa hipótesis, me topo con su fe hasta en la sopa. A diario. ¡Pero si hasta los equipos de fútbol de este país supuestamente laico ofrecen a la Virgen que les pilla más a mano los trofeos que consiguen!
Pongámonos en la otra acepción de lo público: la referente al Estado. ¿Será ésta la que más preocupa al cardenal Cañizares? ¿Temerá que el Estado corte el grifo a la Conferencia Episcopal y le obligue a rascarse el bolsillo? Tampoco hay síntomas de nada parecido. Sigue disfrutando de todos sus privilegios, incluida su inclusión en las declaraciones del IRPF, que Dios sabe a qué viene, teniendo en cuenta el fortunón que atesora gracias a su inmenso patrimonio en terrenos, en edificios y en obras de arte. No se trata de que se lo den a los pobres: basta con que se lo den a sí mismos. Y que dejen de mendigar.
Redes Cristianas, plataforma que agrupa a 150 asociaciones católicas de base, está recogiendo firmas para reclamar que el Estado español se comporte como realmente laico.
Al final van a tener que ser los cristianos de verdad los que se hagan cargo de esa causa elemental.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de junio de 2008).