2009/03/20 06:00:00 GMT+1
El senador Joseph McCarthy se hizo célebre entre 1950 y 1956 como organizador y teórico del Comité de Actividades Antiamericanas, desde el que inspiró una implacable persecución contra todos los disidentes habidos y por haber, reales o imaginarios. McCarthy tenía una base político-ideológica simplicísima: sólo un comunista camuflado podía no estar de acuerdo con el sector más conservador de la derecha estadounidense.
En realidad, McCarthy no inventó nada: esa tendencia a la apropiación del “verdadero espíritu americano” es una constante reaccionaria de los EE.UU. Algunos de sus propagandistas han llegado incluso a ostentar la Presidencia.
Ahora, frustrados por la pérdida de las elecciones presidenciales, los ultraderechistas estadounidenses se han revuelto contra Barack Obama. Como no pueden imputarle ser un criptocomunista, más que nada porque la URSS ya no existe, le acusan de ser socialista y (lo que no se sabe si es igual de grave o incluso más) de pretender importar “ideales europeos” en materias como energía, educación y salud. Son tan iletrados o tan demagogos que ignoran que en Europa las políticas sociales en esos terrenos son generales, no exclusiva de los gobiernos socialistas.
De todos modos, no se precipiten: a la velocidad que Europa está liquidando las conquistas del Estado del Bienestar, lo mismo no tardan en aplaudirnos.
Cuando hace poco un periodista preguntó a Obama si es socialista, el presidente de los EE.UU. respondió entre risas: “La respuesta es no”. Le entiendo: a mí también la idea me suena a chiste.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de marzo de 2009).
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2009/03/19 11:28:00 GMT+1
Caso primero: Federico Trillo asegura que nada de lo que diga el sastre José Tomás merece el más mínimo crédito, porque ha prestado declaración ante el juez en calidad de imputado. “¡Extraño argumento, a fe!”, pensé al oírlo. Apréciese que, según el héroe de Perejil, declarar en calidad de imputado es motivo de descalificación, pero estar imputado en firme por un buen puñado de delitos muchísimo más graves no resta credibilidad, si el acusado es del PP. Él sabe quién es bueno y quién malo, y lo demás son pamplinas.
Caso segundo: el Gobierno central y la Junta andaluza firman un acuerdo para liquidar la deuda histórica y la ministra Elena Salgado lo explica diciendo que era una obligación derivada del Estatuto de Autonomía andaluz, Ley Orgánica que el Gobierno no puede sino acatar. Pues lo había hecho hasta ahora. Peor lo llevan las autoridades vascas, que siguen sin saber nada de una veintena de transferencias previstas en el Estatuto de Gernika, que fue aprobado hace la friolera de 30 años.
Los dos anteriores casos reflejan argumentos cogidos por los pelos. El de Benedicto XVI pertenece a otro capítulo: el de la intransigencia a machamartillo, caiga quien caiga. Sin ninguna consideración.
De viaje por África, el jefe de la iglesia católica ha proclamado que jamás aceptará el uso de preservativos. Le da igual que sirvan para contrarrestar la pandemia del sida. Al gran defensor de la vida humana le preocupan más sus dogmas sobre la posible procreación que la defensa de la vida humana realmente existente.
Da miedo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de marzo de 2009).
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2009/03/18 06:00:00 GMT+1
Nadie en España propone que haya leyes que autoricen a matar niños. Siendo así, resulta extravagante y demagógico poner en el mismo plano a un niño que gatea y a un lince, como hace la Conferencia Episcopal Española (CEE) en la campaña que ha iniciado contra la ampliación del derecho de las mujeres al aborto.
Cada cual es muy dueño de considerar, en razón de sus creencias religiosas particulares, que la fecundación de un óvulo por un espermatozoide da origen inmediato a una persona plena de derechos, pero debería preguntarse por qué el único estado del mundo que lleva esa posición a sus últimos extremos es el Vaticano (donde, por cierto, no nacen niños). A la vez, parece incongruente que la CEE no exija a los padres católicos que realicen exequias fúnebres por todos los embriones que son expulsados de los vientres maternos por causas naturales. Sería lo coherente.
Añadamos a eso, ahora ya con referencia a personas adultas, que la Iglesia Católica, si bien se muestra cada vez más crítica con la aplicación de la pena capital, todavía no la condena del todo, ni repudia a los gobernantes que recurren a ella. De hecho, la pena de muerte fue legal en la Ciudad del Vaticano entre 1929 y 1969.
De haber querido establecer una comparación válida, en el cartel de la CEE deberían haber figurado la foto de un embrión humano y la de un embrión de lince. Pero algo debió de decirles que el conjunto iba a quedar tirando a surrealista.
Lo peor es que el pastón que se va a gastar la CEE lo sufragamos entre todos, gracias al Gobierno.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de marzo de 2009). También publicó apunte ese día: Gracias.
Escrito por: ortiz.2009/03/18 06:00:00 GMT+1
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2009/03/17 06:30:00 GMT+1
Francisco Camps es especialista en el arte de la evasiva. “Claro que me pago mis trajes”, dijo hace unos días. Pero la cuestión no es si se paga sus trajes, en general, sino quién pagó, en concreto, los trajes de lujo que le confeccionó el sastre José Tomás. En eso no quiere entrar. Tampoco responde nada específico sobre las relaciones suyas y de su entorno con Orange Market y el mandamás del tinglado, Álvaro Pérez. Apela a su honorabilidad, dice que se encuentra muy tranquilo, agradece el apoyo de sus subordinados de la Generalitat Valenciana y del PP central y afirma que “las cosas se van aclarando”. O sea: vaguedades, cháchara. Asegura también que se querellará contra los autores de las informaciones que han puesto su integridad en entredicho… en cuanto la justicia complete su trabajo. Es decir, a saber cuándo.
El pasado domingo, en la Romería de les Canyes, celebrada en Castellón, feudo de Carlos Fabra –otro especialista en hacer sistemáticas protestas de honorabilidad–, un grupo de romeros increpó al presidente de la Comunidad Valenciana al grito de “¡Trajes gratis para todos!”. Imagino que se lo gritarían en plan sarcástico y como muestra de cabreo, pero me dio pie para pensar cuánta gente no habrá que lo que en realidad quisiera es que le hagan un hueco en el club de los corruptos.
Hay un dato que parece atestiguar que puede haber bastante de eso: lo poco que influyen a la hora de las elecciones en la Comunidad Valenciana (y en muchos otros sitios) los casos de corrupción. A veces, nada de nada.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/17 06:30:00 GMT+1
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2009/03/16 06:00:00 GMT+1
Prosigue en Zaragoza la polémica sobre la intención del alcalde Juan Alberto Belloch de dar a una calle de la ciudad el nombre de san Escrivá de Balaguer.
Algunos han respondido a las críticas alegando que la capital aragonesa también tiene una calle que lleva el nombre de Carlos Marx. Y el argumento me parece de peso: comprendo perfectamente que a alguien de ideología derechista le moleste vivir en una calle que lleva el nombre del fundador del comunismo. Tanto como a mí me fastidiaría que en mis tarjetas de visita figurara la huella del fundador del Opus Dei. En París viví en una calle que llevaba el nombre de un novelista apólogo de Stalin, Henri Barbusse. Dudo que a la mayoría de los vecinos de la calle les hiciera una enorme gracia el homenaje impuesto.
Para mí que lo más sensato y menos conflictivo sería que los ayuntamientos españoles dejaran de identificar sus calles con nombres de personas polémicas y pasaran a denominarlas de manera aséptica: “Oso polar”, “Aurora boreal”, “Estrecho de Bonifacio”, “Cabo de Gata”… En fin, en este plan. Ya sé que con esto estoy renunciando de antemano a que San Sebastián me dedique en el futuro una calle, pero como en todo caso sería post mortem, y además la calle estaría en el quinto infierno, me da igual.
De lo que más me gustó de las pocas ciudades de los EE.UU. que he visitado es la tendencia que tienen sus ayuntamientos a numerar las calles. No sólo resuelve problemas políticos, sino que te ayuda mucho a circular, que es de lo que se trata. “Eso está en el cruce de la 5 con la 10”, te dicen, y lo encuentras en un periquete. En España te sueltan: “Está entre Matías Montero y Largo Caballero”, y casi te produce mareo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/16 06:00:00 GMT+1
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2009/03/15 06:00:00 GMT+1
Una reciente sentencia del Tribunal Constitucional ratifica –ya lo habían dictado antes otros tribunales, pero esta resolución zanja la cuestión– que las mujeres tienen igual derecho que los hombres a la sucesión en las grandezas de España y los títulos nobiliarios.
Lo primero que se le ocurre a uno, a la vista de la sentencia, es si no debería aplicarse también a la primogenitura de doña Elena María Isabel Dominica de Silos de Borbón y Grecia, hermana mayor de don Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, sucesor de la Corona de España. Pero, así que se hojea el dictamen, se descubre que los integrantes del TC podrán ser muchas cosas, pero no bobos. No quieren líos: dejan muy claro que su sentencia se refiere sólo a los litigios de sucesión que han sido llevados a los tribunales. Y doña Elena María Isabel… etcétera, por mayor que sea, nunca ha reclamado su derecho preferente a ser nuestra futura reina. Lo cual es una lástima, porque habría contribuido de manera decisiva al advenimiento de la III República.
Lo que me ha llamado más la atención en este asunto es el interés que pone el TC en asegurar la igualdad entre los hombres y las mujeres de la nobleza y cómo eso contrasta con su absentismo a la hora de dictar –no de forma retórica, sino imperativa– la igualdad de mujeres y hombres en la vida a ras de suelo. ¿Por qué no dictamina, por ejemplo, que es anticonstitucional y perseguible de oficio que una mujer gane menos por ejercer la misma tarea laboral que un hombre? Eso no afectaría al Vizcondado de Torre Mayor, del que trata la sentencia, pero sí a cientos de miles de mujeres que ahora mismo sufren esa discriminación.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de marzo de 2009). También publicó apunte ese día: Enfermo.
Escrito por: ortiz.2009/03/15 06:00:00 GMT+1
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2009/03/14 12:45:00 GMT+1
El PP vasco no quiere reinar, pero sí gobernar. Sabe que el PSE-PSOE no podría formar con él una coalición de gobierno en Vitoria, entre otras cosas porque eso significaría dar la razón a posteriori a la línea de Nicolás Redondo Terrreros, contra la que consiguió su cargo Patxi López. Pero los jefes de la sucursal vasca de Rajoy saben que, pese a haber sufrido un considerable retroceso electoral, tienen en sus manos la posibilidad de “poner y quitar lehendakaris”, como dijo el miércoles Basagoiti.
Estamos, de hecho, ante dos rehenes mutuos. López no puede permitirse que el PP se le enfade demasiado, porque si le retirara su apoyo (no digo en la elección, sino luego) se vería a los pies de los caballos: quedaría en abrumadora minoría. Pero el PP tendrá que medir con sumo cuidado sus enfados, para no ser acusado de haber facilitado el regreso del PNV a Ajuria Enea.
El primer encuentro entre los socialistas y los peperos vascos, celebrado el pasado jueves, fue muy significativo. Convinieron en su disposición a pactar, pero no ofrecieron ni siquiera un esbozo de sobre qué bases programáticas se podría establecer ese pacto. Al parecer, en lo único que están de acuerdo de momento es en desalojar a Ibarretxe, lo cual, como programa estratégico, no parece tener demasiada hondura. El PP tiene claro lo que quiere: cambiar radicalmente la vigente política educativa y lingüística, dar la vuelta a la tortilla de la radiotelevisión pública vasca, cesar toda subvención a las familias de los presos…
El PSE, que ha basado toda su campaña electoral en el rechazo de los “frentismos”, lo va a tener más que difícil, porque lo que el PP pretende, sobre todas las cosas, es formar un frente.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de marzo de 2009).
Nota.– Hoy he metido muy tarde la columna en el blog. La razón es que las dolencias que he venido sufriendo últimamente se agravaron ayer por la tarde y no me he encontrado en condiciones de sentarme ante el ordenador hasta ahora mismo. Cumplido este ritual, regreso al catre.
Escrito por: ortiz.2009/03/14 12:45:00 GMT+1
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2009/03/13 06:00:00 GMT+1
Jamás hubiera supuesto que podría echar de menos a Juan Pablo II. Ni a Pío XII, al que también me tocó sufrir. Lo de Juan XXIII fue en parte diferente: tenía un talante más plácido y dialogante. Pero no a sus sucesores, salvando al fugaz Juan Pablo I, extinto en misteriosas circunstancias.
Ahora confirmo que, como escribió Machado, nada en esta vida es impeorable. El actual papa, Ioseph Ratzinger, alias Benedicto XVI, va camino de convertirse en lo peor de lo peor en su género. Su intento de rehabilitar a un obispo caracterizado por quitar importancia a los campos de exterminio nazis –benevolencia tal vez inspirada por su antañona pertenencia a las Juventudes Hitlerianas y al servicio antitanques de las Fuerzas Armadas del III Reich- le ha traído ya más de un problema. Pero para mí que está todavía más marcado por su labor como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la versión actual de la Inquisición), cargo desde el que persiguió con verdadera saña a los teólogos progresistas del mundo entero y luchó vigorosamente para que la Iglesia Católica no mostrara ni sombra de comprensión hacia la homosexualidad, asunto que parece obsesionarle.
Me cuentan ahora que, con la inestimable ayuda de su íntimo Rouco Varela, está preparando una purga en la jerarquía de la Iglesia vasca para limpiarla de semi disidentes y semi afectos al nacionalismo vasco. Para dejarla como una patena, por así decirlo. Los obispados de San Sebastián y de Bilbao están ya en su punto de mira.
A mí, agnóstico de profesión, nada de todo esto me afecta en lo directamente personal. Pero tiene consecuencias sociales. Y tampoco soy de los que creen que cuanto peor, mejor.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/13 06:00:00 GMT+1
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2009/03/12 06:00:00 GMT+1
Esperanza Aguirre es una mujer astuta, lista. Incluso taimada, si se quiere. Pero yo no la calificaría de inteligente. Para demostrar inteligencia, una persona que se dedica a la política profesional debe empezar por ser consciente de sus limitaciones personales, de las capacidades (e incapacidades) del equipo con el que trabaja y del margen de maniobra con el que cuenta, incluyendo los variables estados de ánimo de la opinión pública. Y Aguirre ha menospreciado todo ello a la vez: es evidente que se cree mucho mejor de lo que es, que toma a sus fieles y no muy brillantes consejeros por finos estrategas y que da por hecho que tanto su partido como el electorado madrileño van a tragar siempre lo que ella les ponga para comer. Y no.
El modo chapucero con el que ha puesto punto final al trabajo de la comisión parlamentaria que debería haber investigado los espionajes realizados en Madrid a algunos responsables políticos –la mayoría del propio PP– es una muestra de los no muy amplios márgenes de su inteligencia. Huir de manera tan precipitada y ostensible de la escena del crimen es una chapuza. Va a ser mucha la gente, en su partido y en la calle, la que sospeche que lo hace porque tiene no poco que ocultar.
No sé si Aguirre conseguirá mantenerse al frente del Gobierno de la comunidad madrileña, pero apostaría doble contra sencillo a que ha tocado techo político. Ella sola se las ha arreglado para hacer imposible su ascenso a las altas cimas a las que aspiraba, empezando por la sucesión de Mariano Rajoy. Su ambición es tan llamativamente desmedida que da miedo, y hasta grima, incluso a buena parte de los dirigentes del PP.
Aguirre no está hundida, pero sí tocada.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/12 06:00:00 GMT+1
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2009/03/11 06:00:00 GMT+1
Ahora se llevan mucho las afirmaciones categóricas que lo único que hacen, en realidad, es expresar buenos deseos carentes de fundamento racional.
“Otro mundo es posible”, afirman algunos. En cierto sentido, no sólo es posible, sino inevitable, porque todo fluye y nada permanece, según nos enseñó Heráclito, pero no hay ninguna razón sólida que permita afirmar que el mundo que nos espera a la vuelta de la esquina vaya a ser por fin justo y solidario. Desde hace muchos siglos, este planeta sólo ha vivido diferentes versiones de lo mismo: una minoría explota, la gran mayoría es explotada.
“Los violentos nunca nos vencerán, porque la razón está de nuestro lado”, acabo de oír en la radio a una señora muy enérgica. Me quedo perplejo ante tanta ingenuidad, que ignoro si será veraz o impostada.
Dejemos de lado que habría que empezar por recordar que violentos los hay de muy diversos tipos, a menudo enfrentados entre sí, y casi siempre a muerte, que es lo suyo. Los estados son violentos (ellos mismos proclaman que aspiran al monopolio de la violencia) y quienes se enfrentan a tiros con ellos, desde otro estado o desde dentro de sus fronteras, también. Pero da igual: si algo nos ha enseñado la Historia es que los violentos, unos u otros, se las arreglan muy bien para vencer a los pacíficos. Podrá gustar más o menos (a mí menos), pero es así. “El poder está en la punta del fusil”, dijo Mao Zedong, limitándose a sintetizar lo que todos los estrategas y el propio sentido común han dictado desde siempre.
Al Capone, reconocido violento, lo expresó de manera aún más gráfica, sirviéndose de una imagen ligada al póquer. Dijo: “Cuatro reyes y un revólver valen más que cuatro ases”.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/11 06:00:00 GMT+1
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