2009/03/30 06:00:00 GMT+2
El presidente de la Diputación castellonense, Carlos Fabra, es uno de mis bichos predilectos dentro del zoo político hispano. De él me fascina casi todo, desde su estética de inspiración retrojoseantoniana a su ética, tal vez mínima, pero indiscutiblemente inasequible.
No obstante, lo que más me asombra de este hombre es su infinito desparpajo. En lugar de hacer lo imposible, como tantísimos otros harían –y han hecho– para pasar desapercibidos de cara al gran público (sin por ello renunciar a seguir conspirando a escondidas para capear los vendavales que se les vienen encima, por supuesto), él se empeña en todo lo contrario: pavonea su admiración por la obra de Franco, edita con dinero público un librito que ensalza al Caudillo y a Queipo de Llano y, ya metido en harina, dedica al libelo –que insiste en minusvalorar el bombardeo de Gernika– todo un prólogo ditirámbico, que rezuma alabanzas hasta por la encuadernación.
Saltan las críticas y Fabra, con su incombustible desparpajo por delante, alega que se ha limitado a defender la libertad de expresión “en todas sus posibilidades”.
Falso por partida doble.
En primer lugar, un editor puede publicar libros con los que no está de acuerdo, por supuesto, pero nada le obliga a hacerles prólogos poniéndolos por las nubes.
Y, en segundo lugar, y como debería saber el abogado Fabra, El Código Penal español, en su art. 22.4 y siguientes, delimita las estrictas fronteras de de la libre expresión en materias tales como el nazi-fascismo. Quod erat demostrandum.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (30 de marzo de 2009).
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2009/03/29 16:45:00 GMT+2
Hace unos días contemplé en televisión un reportaje que versaba sobre el reparto de las tareas domésticas entre hombres y mujeres. Si dijera que me escandalicé, sería un hipócrita de tomo y lomo: he visto esas cosas mil veces.
El meollo del asunto está en el verbo “ayudar”. Pregunta: “¿Comparte usted las tareas del hogar?”. Respuesta: “Sí, sí; yo ayudo a mi mujer”. Luego se profundiza –no hace falta bucear mucho– y se descubre que la ayuda consiste en labores tan esforzadas como freír un par de huevos si a ella le falta el tiempo, lavar cuatro platos o conminar a la chiquillería a meterse en la cama. A eso puede llamársele participar, pero al modo en que puede presumir de haber sido agraciado con el Gordo de Navidad quien lleva una participación de 30 céntimos. Compartir, en rigor, es establecer dos lotes equivalentes. No se trata de “echar una mano”, sino de tener un grado de responsabilidad comparable y, llegado el caso, invertible.
En España hay una irritante tendencia a confundir el trabajo, en general, con el trabajo asalariado, en particular. Quitando unos pocos centenares de holgazanas profesionales, emplear la expresión “mujer trabajadora” no sólo es redundante, sino también desorientador. La mayoría de madres de familia que conozco se pegan unas palizas diarias de aúpa. Pero lo más hiriente es que cuando son los dos integrantes de la pareja quienes acuden a ganarse el pan a una fábrica, oficina o tienda, o incluso cuando sólo lo hace ella, la respuesta es la misma: “Oiga, pero sepa que yo la ayudo en lo que puedo”.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de marzo de 2009).
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2009/03/28 06:00:00 GMT+1
Ya son muchas las veces que leo en la prensa o leo en los subtítulos de los noticiarios acontecimientos referentes a un caballero al que llaman “Iñaki Ezkerra”. Conozco a un político de tendencia españolista que se apellida Ezquerra, con “q”, pero no con “k”, y no veo qué derecho tienen los medios para enmendarle la plana y rebautizarlo a su gusto.
Durante el franquismo, los curas y los juzgados no admitían los nombres de pila vascos que no llevaran su María (o semejante) por delante. Y si te negabas, peor para ti. Mi hija Ane (que ésa es la grafía correcta, con una sola “n”, no como se hace llamar la señorita Igartiburu) se llamó Ana hasta que pudo rectificar el entuerto burocrático. Y yo no pude ser Javier sin que me colocaran el “Francisco de” de cabecera, que para eso era el nombre de un santo y no el de un pueblo, aunque eso tuviera escasa relación con la lengua vasca.
La gran novedad vino tras la Transición, cuando la vía libre se entendió a los patronímicos. Muchos Eguía se volvieron Egia; otros tantos Echezarreta, Etxezarreta etc. Pero se requería un deseo expreso; no era una obligación: si alguien quería seguir apellidándose Lecea, con “c”, o Gurpegui (añadiendo esa “u” que en vasco no tiene sentido, porque todas las “g” tienen sonido suave), pues lo hacía, y ya está. Tenemos el caso de Carlos Garaikoetxea, que escribe su nombre de pila en castellano y su apellido en euskara.
Que Iñaki Ezquerra quiera llamarse así, es cosa suya. Y las razones de su elección, también. No quiero ni especular con ello. ¡Para una norma que aceptamos casi todos los vascos sin liarnos a tortas!
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de marzo de 2009). También publicó apunte ese día: El parte.
Escrito por: ortiz.2009/03/28 06:00:00 GMT+1
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2009/03/27 06:00:00 GMT+1
Tengo testigos: las primeras veces que oí hablar del Audi Q3 como producto automovilístico adjudicable a la factoría de Sabadell, me pareció entender que decían Audi “Cutres” (así, de cutrerío), y pensé: “Les importamos un pimiento. No piensan en nosotros ni siquiera para el nombre del modelo.”
Lo mío puede tener cierta justificación (poca) porque vengo de Francia, donde era costumbre jugar en los modelos de automóviles con dobles sentidos: así, el Citroën DS, es decir, déesse, equivalía a Diosa (en Francia coche es femenino).
Pero pronto descubrí que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Porque la cesión de los trabajadores de Martorell incluye aspectos por los se han comprometido en firme, estrictos a más no poder, pero que, en lo que se refieren a la empresa son vaporosos y elásticos hasta extremos insólitos, de puro etéreos e inasibles. Son acuerdos cutres.
“Esto no es lo que habríamos querido”, afirma el presidente de SEAT, Eric Schmitt, cuyo apellido denota que procede clarísimamente de l’Ampordà. “Los trabajadores deberían haberse autocongelado el sueldo por al menos dos años. Necesitamos, además, más ayudas estatales. En fin, nada de todo ello puede asegurar que el Q3 acabe haciéndose en España, al fin y a la postre”.
Dicho de otro modo: tú ve poniendo todo lo que tengas sobre la mesa y yo ya veré qué puedo hacer con eso.
Nos lo han dicho desde críos: “Quien no llora no mama”. Reconvirtamos la consigna: sólo la lucha renta. Apunta al bolsillo del patrón y verás qué carita pone.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/27 06:00:00 GMT+1
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2009/03/26 06:00:00 GMT+1
Es del género bobo pretender que el Estado español va sacar sus tropas de Kosovo porque ya avisó que no estaba de acuerdo con la proclamación de esa república independiente (de ese protectorado euroamericano, para ser más exactos). Que no estaba a favor de la medida ya lo sabíamos, pero ¿por qué?
Años antes Felipe González no se había opuesto a la independencia de Croacia, y transigió, porque era una obsesión para Alemania y Alemania era clave para su política exterior. Y, puestos a evaluar el conjunto de los problemas en presencia, González hizo de tripas corazón, aunque se tomó el trabajo fulgurante de precisar que “Croacia no tiene nada que ver con Cataluña”.
Pero lo de Kosovo, país fundador de la Yugoslavia antigua, pequeño, sin apenas recursos desarrollados, escaso de formación no sólo técnico-científica sino incluso primaria, resultaba un ejemplo demasiado hiriente: Euskadi reúne condiciones infinitamente más favorables para aspirar a una independencia serena, escasamente conflictiva y ya harmonizada con la UE. Otra cosa es que su población la desee de modo mayoritario.
Incluso cuando finge que hace política exterior, Zapatero hace política interior. ¿Que va a llevar más tropas para Afganistán? ¿A Líbano? Puede hacerlo para congraciarse con los EE.UU., que jamás han hecho nada para congraciarse con nadie: ellos primero bombardean y luego preguntan. Y al que le guste bien, y al que no, peor para él. También hacen política interior con su política exterior. En cierto modo, empezamos a ser de la misma camada.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/26 06:00:00 GMT+1
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2009/03/25 06:00:00 GMT+1
Los designios de Dios son inescrutables Sobre todo los de Dios padre, Alá y Yaveh.
El uno incita a sus seguidores a atacar a los infieles, así se hallen en sus propias tierras y encerrados en sus casas: lo sabemos desde la Biblia, cuando hacían señales de sangre pintadas en las puertas para saber a quien no matar, pero nos lo recuerdan a diario con bombas incendiarias y tiros disparados sobre niños, quizá porque creen que más vale prevenir que curar.
El otro, el de los islamistas, guerras aparte, se dedica todos los años a montar unas peregrinaciones a La Meca en las que nunca faltan los muertos y heridos por aplastamientos.
Ahora, el Papa, jefe de una Iglesia que no se ha privado de matar a troche y moche a lo largo de su la larguísima Historia aplicando aquella cruel filosofía antialbigense (“Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”), debe de tener cierta nostalgia de esas carnicerías propias de colegas y organizó en el estadio de fútbol de Luanda (Angola) una concentración de masas en la que, a todas luces, no cabía tanta gente como la convocada. De modo que los asistentes se aplastaron todo lo que quisieron –o no– y aquello acabó con dos mujeres muertas y decenas de heridos.
Lo más llamativo es que el Papa, ante la barbaridad de la tragedia sucedida, volvió a perorar sobre la ventajas de la castidad, el matrimonio y en contra del espiritismo (como si lo suyo fuera materialismo de la más pura cepa) y no dijo ni palabra sobre la asfixia por exceso de credulidad.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/25 06:00:00 GMT+1
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2009/03/24 06:00:00 GMT+1
Los que tienen clarísmo el valor de la reforma de Bolonia son sus partidarios. Los estudiantes que se hacen lllamar anti-Bolonia se dividen, según los superexpertos, entre los que hablan por hablar, los que se dejan engañar y los agitadores profesionales. El error no puede ser de ellos, porque sólo piensan en el bien del estudiantado y en su futura intersección profesional a escala europea.
La mejor manera de romper ese frente común estudiantil es romperlo, en el sentido literal del término: es decir, darle leña hasta que cante la Gran Boloseña. Y en eso están. ¿Que hay una manifestación, que se produce un encierro? Sús y a ellos. En la carga que pude ver el otro día por la tele, aparte de comprobar que los mossos d’ esquadra se intercambian sus consignas en un castellano molt escaient, comprobé que ellos también tienen muy claro todo: se trata de partir la cara a quien se les ponga por delante, sea estudiante, fotógrafo o mero transeúnte. Todo ello bajo las órdenes de un consejero de Interior que milita en Iniciativa per Catalunya, íntimo aliado de Izquierda Unida.
Pero lo que he visto que subleva más a muchos estudiantes de ahora, ideológicamente hablando, es que los mismos que les envían a la pasma para que les zurren la badana aprovechan la ocasión para echarles discursillos paternalistas sobre lo muchísimo que ellos hicieron allá por el 68, cuando eran gente a la búsqueda del porvenir que más les dictaba su conciencia, y como lucharon a brazo partido con la policía para lograrlo.
Será que quieren pasar la vez.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de marzo de 2009).
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2009/03/23 06:00:00 GMT+1
A demanda parlamentaria del BNG, la Real Academia Española (RAE) ha decidido que la próxima edición de su Diccionario ya no incluirá el adjetivo “gallego” como sinónimo de “tonto”. Es sintomático que haya tenido que ser el BNG el que llame la atención de los académicos sobre tamaña estupidez. La rectificación debería haber partido de ellos mismos.
Hay muchas otras entradas del DRAE que cojean del mismo pie: que si cafre, que si ladino, que si gitano, que si judiada, que si hacer el indio (el ridículo)…
Es habitual responder a objeciones como éstas señalando que la Academia se limita a tomar nota de los términos y expresiones de uso consolidado, sin enjuiciarlas. Pero eso no siempre es así, ni mucho menos. A veces los recoge, pero de manera crítica. Y en otras ocasiones opta por prescindir, sin más, del uso insultante que mucha gente hace de la palabra. (Véase la definición de quinqui: “Persona que pertenece a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida”. Punto y final).
El uso de vocablos y frases hechas insultantes que se apoyan en circunstancias étnicas o de nacionalidad acostumbra a hacerse acompañar de otros similares, pero de signo netamente clasista: destripaterrones, hortera, canalla, miserable, pobretón, descamisado, pelagatos…
La definición de pelagatos me fascina de modo muy particular: “Persona insignificante o mediocre, sin posición social o económica”. ¿Insignificante? ¿Sin posición? Todo ello rezuma clasismo. Y es obra de la propia Academia.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/23 06:00:00 GMT+1
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2009/03/22 06:00:00 GMT+1
La victoria de Mauricio Funes en las elecciones salvadoreñas ha reavivado una polémica que ya empieza a ser clásica entre las gentes de izquierda.
Hay quienes sostienen que el creciente número de países cuyos gobiernos (cuyos electorados) dan la espalda a sus respectivas derechas, algunas de las cuales parecían incombustibles, es expresión de un fenómeno histórico general y, pese a sus diferencias, homologable. Otros, bastante más escépticos, replican que los cambios políticos que se han producido son tan variados –sobre todo por su muy distinta trascendencia social– que se hace muy difícil, si es que no imposible, interpretarlos como flujos de una sola corriente. Los gobernantes de todos esos gobiernos se sonríen mucho y hasta pueden parecer amigos, pero no forman parte de ningún proyecto político colectivo.
¿Quiénes tienen razón? Ninguno. O ambos. Sabido es que no hay mejor modo de arruinar una buena argumentación que llevarla a sus últimas consecuencias. Es cierto que los planteamientos político-sociales del régimen cubano se parecen como un huevo y una castaña a los del argentino. O los del boliviano a los del brasileño. Pero no menos cierto es que todos estos países están haciendo esfuerzos reales, algunos bastante más radicales que otros, para desprenderse de la tutela que las grandes potencias occidentales han venido ejerciendo sobre ellos. Eso establece un cierto factor común. No estamos ante ninguna revolución (y menos ahora, con Obama, que a ver por dónde acaba saliendo), pero tampoco ante acontecimientos aislados.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de marzo de 2009). También publicó apunte ese día: Mi gozo en un pozo.
Escrito por: ortiz.2009/03/22 06:00:00 GMT+1
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2009/03/21 06:00:00 GMT+1
Cuando preparaba su asalto particular al palacio La Moncloa, en 1996, en un ambiente muy enrarecido por los escándalos de todo tipo, el Partido Popular quiso presentarse como un adalid de la lucha contra la corrupción política. Se comprometió ante los electores a que todo cargo público de su partido que fuera sometido a investigación judicial sería apartado de inmediato de sus responsabilidades. También insistió en que se promulgara una ley contra el transfuguismo político. Pero, una vez que Aznar y los suyos triunfaron, poco a poco se fueron olvidando de sus proclamas.
Cuando perdieron el Gobierno central, mantuvieron de todos modos su control sobre bastiones regionales y locales en los se que maneja mucho dinero, público y privado. Lo que está sucediendo ahora mismo en Madrid y en la Comunidad Valenciana (el caso del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, es de aurora boreal) son los ejemplos más acabados del punto en el que están. Lo mismo, aunque en otro orden de cosas, puede decirse de la abortada investigación sobre el presunto autoespionaje al que se han sometido el PP de Madrid en condiciones bastante confusas.
Si a quien se presenta a un cargo de elección por un partido y luego se pasa a otro partido rival o lo apoya desde tal o cual grupo mixto se le considera un tránsfuga, ¿cómo deberíamos llamar a los partidos enteros que cambian de posición en asuntos de importancia capital, desdiciéndose de sus promesas? ¿Partidos tránsfugas? ¿O simplemente falsarios?
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de marzo de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/03/21 06:00:00 GMT+1
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