Un amigo de mi exótica pubertad donostiarra (que con el tiempo llegó a ser un reputado guerrista, el pobre) se ponía de los nervios cuando yo me proclamaba agnóstico. «¡No puedes demostrar que Dios no existe!», me decía. Y yo le respondía: «Y tú no puedes demostrarme que en este momento no haya un habitante de una lejana galaxia, de 30 centímetros de largo por 0,2 de ancho y de color verde pistacho, que no esté tarareando el primer movimiento de la 5ª Sinfonía de Beethoven».
–¡Qué tontería! ¡Eso es increíble! –replicaba.
A lo que yo objetaba:
–No más que lo tuyo.
Desde mi infancia –que no calificaré de «tierna», por razones obvias– siempre he pensado que la idea de Dios es tan sólo un refugio mental.
Quien consiga albergue en ella, bendito sea.
De todos modos, supe con el tiempo que lo que mi amigo pretendía tiene un nombre en Derecho. Se llama invertir la carga de la prueba. Si sostienes algo que dista de ser evidente –sobre todo si imputas a alguien algo feo, pero no sólo–, es a ti a quien corresponde demostrar que lo que afirmas tiene fundamento. (Salvo que representes a la Agencia Tributaria, que tiene bula para invertir la carga de la prueba y exigir a los ciudadanos que demuestren su inocencia pagándose las costas, como puedo afirmar por desdichada experiencia propia.)
Pero retorno a la motivación inicial de este comentario y hago constar que, desde las primeras horas del 11-M, me he negado a discutir con los partidarios de la llamada teoría de la conspiración acerca de sus tragicómicas especulaciones sobre la participación de ETA en aquellos atentados.
Los pocos argumentos que han aportado con el tiempo en defensa de su tesis han sido tan patéticos como los afanes deístas de mi amigo de infancia.
Aquel chaval, que con el tiempo llegó a ser un reputado guerrista (¿lo había mencionado?), necesitaba que Dios existiera.
–Si no –me preguntó un mal día–, ¿qué sentido tendría mi existencia?
–Y yo qué sé –le respondí, honradamente.
Me pasa lo mismo con los defensores de la teoría de la conspiración.
La verdad: no resulta fácil dilucidar qué sentido tiene su existencia.
A mí, por lo menos, me suscita dudas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (1 de noviembre de 2007). También publicó apunte: Dos breves notas.
Comentarios
Escrito por: Blas.2007/11/01 09:53:9.335000 GMT+1
Escrito por: Capitan Tan.2007/11/01 10:59:49.379000 GMT+1
Fijaos en el "razonamiento" que emplean algunos:
"Creo que la autoría intelectual de los atentados del 11 de marzo es de ETA, aunque no lo sé".
(Melchor Miralles anoche en "59 segundos")
Escrito por: David.2007/11/01 13:50:13.385000 GMT+1
Deseo de corazón un pronto y total restablecimiento a Charo. Puede estar, y seguro que lo está, orgullosa de la pareja que tiene. Sólo siento, porque te aprecio, aunque no tengo la suerte de que nos conozcamos personalmente y aunque me debes una firma, que seas ateo militante, más que agnóstico. Tú te lo pierdes.
Escrito por: Gorka Luzarraga.2007/11/01 20:08:51.080000 GMT+1
Gorka
«Entonces dijo Moisés: "Déjame ver, por favor, tu gloria."
»El le contestó: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahveh; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia."
»Y añadió: "Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo."
»Luego dijo Yahveh: "Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver."»
El cuentecito (que lo es) muestra que la actitud del/a humano/a ante Dios (o dios) más adecuada y conforme con la condición nuestra es la del agnóstico: «No sé cómo es la divinidad, si esta existiere. Tampoco puedo estar seguro de que no exista.»
El resto sería el salto de la fe, que Kierkegaard explica hasta con angustia. Unamuno lo hizo a lo bestia, como bestial es su fe en España: 'La razón me dice que Dios no existe, pero la cardíaca me confirma su existencia', que traducido viene a ser: 'Como tengo ansias de ser inmortal, tiene que existir un Dios que me garantice la inmortalidad.' Bestial, ya digo. Porque en el fondo es él el que se toma por dios, necesario e inmortal. Así le fue con los novios de la muerte...
Escrito por: Antonio Gil.2007/11/01 22:56:23.266000 GMT+1
Querido Javier:
Te admiro como periodista y me suelen gustar tus columnas. Lo que pasa es que no entiendo mucho por qué tienes tanto afán en ofendernos a los cristianos comparándonos con los defensores de las barbaridades que se han dicho sobre el 11-M.
Te recuerdo que los sacerdotes de San Carlos Borromeo, a quienes decías admirar, son, obviamente, cristianos, y lo mismo ocurre con muchos inspiradores de partidos y sindicatos obreros... Por favor, no metas a todos en el saco de los fanáticos y los intolerantes
Escrito por: Luis.2007/11/06 11:51:56.175000 GMT+1