Estoy en condiciones de asegurarles a ustedes que hay vida política más allá de Esperanza Aguirre.
La presidenta de la Comunidad de Madrid da mucho juego (a mí también me fascina su capacidad para hablar y hablar sin decir nada: es la personificación del cuento de la buena pipa), pero hay asuntos de mayor trascendencia para el universo mundo.
Uno, y no pequeño precisamente, es el cambio que se ha producido en Paraguay tras sus últimos comicios.
La elección del obispo (o exobispo) Fernando Lugo para la Presidencia del país merece ser resaltada por varios conceptos. Es importante, ya de inicio, para el pueblo de Paraguay, que atisba la posibilidad de que sus enormes capacidades naturales se reflejen en un cierto bienestar colectivo, después de décadas y más décadas de miseria, corrupción y nepotismo.
Pero también lo es en tanto que muestra de la tendencia general que está poniendo de manifiesto toda Latinoamérica, decididamente inclinada por fórmulas de gobierno no patrocinadas por Washington. (No digo “de izquierda”, porque eso podría dar origen a una discusión no sólo larga, sino probablemente también tediosa. Dejémoslo en eso: no patrocinadas por la Casa Blanca.)
Lo cual es toda una novedad. Durante casi todo el siglo XX, en América Latina no se movía una brizna de hierba sin que la CIA diera su permiso. ¿Que surgía un gobierno hostil? Lo laminaban, y asunto concluido. Brasil, Chile, Nicaragua… Recordemos lo que le sucedió en 1963 a Juan Bosch, presidente democráticamente electo de la República Dominicana: a falta de posibilidades de acción más sutiles, los marines estadounidenses entraron a tiros en la isla y lo derrocaron. Era la doctrina Monroe: “América para los americanos”. Es decir: América (el continente entero) para los americanos (o sea, para los Estados Unidos).
Pero eso se ha acabado. El Pentágono, en sus delirios de grandeza, desplazó su principal foco de interés hacia el larguísimo tramo que va del Himalaya al Mediterráneo. Y a fe que está ocupado en él, recibiendo bofetadas por los cuatro costados.
Para mí que ya ni siquiera se acuerda de por dónde pilla Paraguay.
Ojalá sea así. ¡Feliz Paraguay!
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de abril de 2008).