Es del género bobo pretender que el Estado español va sacar sus tropas de Kosovo porque ya avisó que no estaba de acuerdo con la proclamación de esa república independiente (de ese protectorado euroamericano, para ser más exactos). Que no estaba a favor de la medida ya lo sabíamos, pero ¿por qué?
Años antes Felipe González no se había opuesto a la independencia de Croacia, y transigió, porque era una obsesión para Alemania y Alemania era clave para su política exterior. Y, puestos a evaluar el conjunto de los problemas en presencia, González hizo de tripas corazón, aunque se tomó el trabajo fulgurante de precisar que “Croacia no tiene nada que ver con Cataluña”.
Pero lo de Kosovo, país fundador de la Yugoslavia antigua, pequeño, sin apenas recursos desarrollados, escaso de formación no sólo técnico-científica sino incluso primaria, resultaba un ejemplo demasiado hiriente: Euskadi reúne condiciones infinitamente más favorables para aspirar a una independencia serena, escasamente conflictiva y ya harmonizada con la UE. Otra cosa es que su población la desee de modo mayoritario.
Incluso cuando finge que hace política exterior, Zapatero hace política interior. ¿Que va a llevar más tropas para Afganistán? ¿A Líbano? Puede hacerlo para congraciarse con los EE.UU., que jamás han hecho nada para congraciarse con nadie: ellos primero bombardean y luego preguntan. Y al que le guste bien, y al que no, peor para él. También hacen política interior con su política exterior. En cierto modo, empezamos a ser de la misma camada.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de marzo de 2009).