La frase más memorable que le recuerdo a Nicolás Redondo Urbieta, el veterano exsecretario general de la UGT, fue una que masculló en una conferencia de prensa hace ya lo mismo un par de decenios. Dijo, con tono de cabreo: “¡Este país es de coña!”.
“Científico”, pensé para mí.
Tengo sobre mi mesa de trabajo dos recortes de prensa que no sé muy bien cómo abordar, porque lo mismo dan para reír que para llorar, pero que en todo caso reflejan hechos que están en la línea apuntada por Nicolás Redondo: son de coña.
Uno da cuenta de una encuesta realizada a través de Internet por el Ayuntamiento de Elda, en Alicante, para recabar la opinión del vecindario con respecto a un importante proyecto urbanístico. El consistorio dio por clausurada la consulta, con resultados favorables a la costosa iniciativa, cuando llevaba recogidas… ¡18 opiniones!
Según los últimos datos disponibles, Elda tiene una población que supera los 55.000 habitantes. ¿Se cree alguien que sólo 18 de ellos tengan opinión sobre un macroproyecto que incluye, entre otras cosas, el derribo del estadio y de la plaza de toros? El Ayuntamiento de Elda ha inventado una nueva modalidad de encuestas: las clandestinas.
El otro recorte de periódico que tengo delante informa de que la Unión Europea investiga la situación de más de 250 urbanizaciones españolas que carecen de agua y que han sido construidas o están en construcción, con los debidos permisos oficiales, pese a los informes desfavorables de las respectivas confederaciones hidrográficas. No es que no tengan agua por falta de cañerías, sino por falta de agua. Casi todas ellas se sitúan entre Valencia y Murcia. Las de la Comunidad Valenciana, según la UE, representan la tontería de unas 200.000 viviendas. Cerca de un millón de personas afectadas.
¿Qué clase de autoridades dan el visto bueno a la construcción de urbanizaciones que, por no tener, ni cuentan con agua corriente ni tienen perspectiva de que se la suministren en un plazo razonable? Pues eso: autoridades de coña.
Lo que probablemente no resulte tan de coña será –me malicio– la cuenta corriente de bastantes de los implicados en esas decisiones.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de octubre de 2008).