Esteban González Pons, portavoz del PP, se distingue por su capacidad para defender causas justas con argumentos estrafalarios. (También es capaz de defender causas injustas con razonamientos peregrinos, pero eso no tiene tanto mérito.)
Su espontánea facundia le ha traído ya problemas en el interior de su propio partido, algunos de los cuales han tenido trascendencia pública. Hace un mes, Fraga se encaró con él en la XIII Interparlamentaria del PP. Lo descalificó por unas declaraciones en las que había reconocido que el PP gallego había aprobado una resolución de condena a la dictadura franquista “forzado” por el PSOE y el BNG.
La otra le ha venido con su demanda de que la reina se comporte como la bandera del Estado, que actúa como símbolo, pero no habla. Dejando de lado que la bandera no tenga otra opción que la de guardar silencio (y de que la comparación ponga a la reina como un trapo), el hecho es que el PP había decidido no opinar sobre la verborragia real. Pero él se despistó y luego, para salir del jardín en el que se había metido, se puso a distinguir entre el González Pons particular y el González Pons portavoz. Una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde en versión valenciana.
Lo peor es que en ambos asuntos tenía razón, en el fondo. Pero defendió las dos causas como si quisiera arruinarlas.
Hace meses le oí oponerse al canon sobre los cedés (otra causa justa) arguyendo que una pariente suya usa cedés vírgenes a modo de espantapájaros. Hay quien cuelga cedés de los frutales para ahuyentar a los pájaros, pero cedés inútiles. Lógicamente.
Ya digo: es especialista en defender ideas correctas del peor modo posible.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de noviembre de 2008).