Me preguntan qué creo que puede pasar en las próximas elecciones autonómicas vascas y me hablan de los sondeos que se han realizado al respecto.
Tengo dos respuestas fijas.
La primera es la que solemos dar los que sabemos algo de algo: “Y yo qué sé”.
La segunda es algo más específica: si los sondeos presuntamente serios que hacen las empresas especializadas admiten de antemano un margen de error del 3% por arriba o por abajo (o sea, una horquilla del 6%, que es ya la repera), ¿cómo vaticinar nada sobre unas elecciones en las que entre el 10% y el 15% del electorado, próximo a la izquierda abertzale, ha quedado fuera de juego por orden gubernativo-judicial?
El margen de error es descomunal. ¿Toda esa gente va a votar? ¿No? ¿Sí? ¿Y si sí, a quién? Puede ocurrir cualquier cosa.
Me divierte, en todo caso, ver con qué entusiasmo algunos medios de prensa insisten en que, aunque el nacionalismo –o el autodeterminismo, para ser más precisos– siga siendo mayoritario en la Comunidad Autónoma Vasca, el PSE-PSOE de Patxi López podría hacerse con el Gobierno de Vitoria. No digo que eso sea imposible (he visto de todo en esta vida), pero para que algo así pudiera verificarse se requeriría, en la hipótesis más favorable para López, que pactara con el PP. Una reedición de la ya conocida línea de Nicolás Redondo Terreros, que ya se sabe en qué acabó. No creo que el nuevo experimento terminara en algo muy diferente, con o sin Rosa Díez.
Lo que me parece más lastimoso es que los sondeos digan, así sea en la letra pequeña, que el porcentaje de la población vasca que se interesa por la política es cada vez menor. Y me parece doblemente lastimoso porque lo entiendo muy bien.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de febrero de 2009).