Los comentaristas y políticos mejor asentados en la Villa y Corte (que unas veces son comentaristas políticos y otras políticos comentaristas, lo que tampoco viene a ser tan diferente) sienten una atracción irrefrenable por el vudú. Han descubierto que no hay nada como buscar en el solar de la política patria enemigos a los que pintar como enloquecidos fanáticos, para así movilizar mejor las energías nacionales y ganar enteros ante el electorado residente entre el Ebro y Gibraltar.
Hubo una época en la que el malo oficial era Xabier Arzalluz, del que podía decirse cualquier cosa, porque todo lo que se dijera era coreado con gran entusiasmo por los medios principales. Y se sacaba a relucir lo del árbol y las nueces, aunque él nunca hubiera utilizado esa imagen en relación con ETA, y se volvía hasta el aburrimiento a lo del RH, aunque el de Azkoitia hubiera insistido en que el RH negativo predominante entre los vascos lo único que demuestra es la tradicional endogamia de los que nacimos por aquellos andurriales.
Otro malo fetén al que asaetearon a conciencia fue Julio Anguita, “el califa”, el de “la pinza”, “el iluminado”… y sólo Alá sabe cuántas cosas más. Le hicieron la vida imposible, más que nada porque era –y sigue siendo– de izquierdas, pero a la vieja usanza, cuando las izquierdas eran de izquierdas.
Tras un breve interludio en el que se cebaron con Carod-Rovira, que también les dio bastante juego, ahora se han centrado en el lehendakari Ibarretxe, que les pone de los nervios, y más desde que se ha sabido que volverá a ser candidato a la Presidencia del Gobierno vasco en las próximas elecciones. A los unos les enferma por unas razones (dificultades para el pacto PNV-PSOE) y a otros por otras (dificultades para el pacto PSOE-PP). Ibarretxe también es para ellos otro fanático, otro iluminado, otro visionario. Sencillamente porque defiende lo que piensa.
Los comentaristas y políticos mejor asentados en la Villa y Corte –regreso al inicio de estas líneas– parten del principio de que hacer política es acomodarse a lo que sea, a lo que haga falta para flotar. Y dan por hecho que quien no actúa así es que está loco.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de octubre de 2008).