Resulta que algunos que sólo tenemos cuatro ideas sobre macroeconomía éramos quienes mejor entendíamos la macroeconomía.
Nos hemos pasado años denunciando por irracional el modelo de transporte de los países ricos, que da prioridad a la automoción, porque el petróleo escasea, porque contamina demasiado y porque la circulación por carretera produce una cifra aberrante de víctimas, tragedia que podría atemperarse si se potenciara más y mejor el transporte público. Nos hemos opuesto también al uso masivo de los biocarburantes, argumentando que es una arrogante alternativa que reduce de manera cruel las posibilidades de alimentación en los países pobres. Y ahora vienen los grandes expertos y dicen que algo de eso sí que hay. O que hay mucho de eso. Y la Agencia Internacional de la Energía reconoce que el consumo de carburantes lleva trazas de dispararse hasta alcanzar en un par de décadas cotas que serán lisa y llanamente insostenibles. Y el relator de la ONU culpa al FMI y a la Organización Mundial de Comercio de defender opciones políticas aberrantes, y califica alguna de ellas –la de los biocarburantes, para empezar– de “crimen contra la Humanidad”.
Va a ser que los tontos, ingenuos y utópicos teníamos razón, y que los superlistos y archienterados de todos esos organismos, que nos miraban displicentemente por encima del hombro, la pifiaban. En este momento siguen parloteando de sus cosas, haciendo previsiones que mañana mismo revisarán, como si la economía fuera un arcano y ellos los selectos intérpretes de sus misterios.
Nada es casual. Los tecnicismos se terminan allí donde empiezan los intereses económicos. Y, del mismo modo que cabe estar de acuerdo con el viejo Ulianov en que “la política es la expresión concentrada de la economía”, también puede afirmarse con fundamento que el análisis de la política aporta muchísimas claves para entender la economía.
Cuando los supuestos expertos en economía dictaminan, casi siempre lo hacen con la mano puesta en la cartera; no en la frente. Y los que los miramos desde fuera, sabiendo de qué van, nos damos cuenta: son políticos de derechas que se presentan como técnicos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (4 de mayo de 2008).