De no haberla frustrado los tribunales del Estado a instancias del Gobierno central, hoy se habría realizado en la Comunidad Autónoma Vasca la tan traída y llevada consulta promocionada por el lehendakari Juan José Ibarretxe y respaldada por el Parlamento de Vitoria.
Se van a celebrar diversos actos públicos relacionados con la cosa, unos de reivindicación, otros de oposición, otros de distracción. Los de reivindicación insistirán en que el Estado español no permite a la población vasca expresar sus preferencias, lo cual es cierto, porque las autoridades centrales consideran que la población vasca no tiene derecho a decidir su futuro por sí misma. Para decidir qué se hace en Euskadi, atendiendo a la legislación vigente, tanto da que uno sea vecino de Azpeitia como de Antequera.
Pero en lo que se equivocan los quejicas de mi tierra es en afirmar que el pueblo vasco no puede autodeterminarse porque España no le deja. Si no lo hace, obstáculos foráneos al margen, es porque está profundamente dividido y no se pone de acuerdo en nada. El PNV no está de acuerdo ni con el PSOE ni con el PP –eso por descontado–, pero tampoco está demasiado de acuerdo con EA, ni con Aralar, ni con Ezker Batua, ni (todavía menos) con la izquierda abertzale. Para rematar la cosa, el PNV no está de acuerdo ni con el PNV. ¿Cómo puede meterse en ninguna batalla alguien cuyas propias tropas son un caos?
Hace años lo comenté con el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz. Le dije: “Euskadi podría conseguir su derecho a decidir si abordara esa reivindicación a la báltica. Se concentran 100.000 personas en la Gran Vía de Bilbao, se sientan en el suelo y se declaran en huelga de hambre hasta que el Gobierno de Madrid reconozca ese derecho. En dos días, todas las televisiones del planeta lo tienen en sus titulares de apertura. La Moncloa no podría soportar esa presión mediática”. Arzalluz, dado a la sorna, me contestó: “¿100.000 vascos en huelga de hambre? Los hay más dispuestos a morir a tiros que a dejar de comer”.
Pues ése es el asunto. No puedes exigir algo como si la vida te fuera en ello y no estar dispuesto a pagar el precio.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de octubre de 2008).