Cuentan que han aparecido sólidos indicios que llevan a concluir que las autoridades colombianas manipularon el ya famoso ordenador personal del guerrillero de las FARC Luis Edgar Devia Silva, conocido como Raúl Reyes, al que el ejército de Álvaro Uribe cazó literalmente en suelo ecuatoriano. Parece que los servicios especiales del Gobierno de Bogotá se las ingeniaron para meter en el disco duro del portátil del difunto guerrillero bastantes de los datos que luego aseguraron que habían encontrado en él.
Yo no estoy en condiciones de certificar nada, obviamente, pero me permito recordar que, cuando empezó a hablarse de ese ordenador y de sus espectaculares revelaciones, escribí en este mismo rincón de Público que nada de lo que se estaba difundiendo a los cuatro vientos, atribuyéndoselo a Raúl Reyes, podía considerarse de ningún modo fiable, porque el aparato en cuestión había estado durante varios días en manos de los militares y policías de Uribe, que podían haberlo manipulado a voluntad. Para que aquel artilugio pudiera ser tomado eventualmente como prueba de algo, debería haber sido puesto de inmediato bajo control judicial (cosa ni siquiera planteable, porque fue incautado en el curso de una incursión militar ilegal en un país extranjero).
El asunto estaba claro como la luz del día, pero fueron muchos, muchísimos, los medios de comunicación locales y foráneos que se pasaron días y más días dando la murga con las presuntas “revelaciones” del ordenador de Raúl Reyes: que si implicaban a Chávez, que si implicaban a Correa, que si a Evo Morales...
Y es que no hay nada como desear que una cosa sea verdad para darla por cierta. Hay medios de comunicación que forman parte de corporaciones económicas con tantos intereses en la zona que no dudan en coger cualquier rábano por las hojas, porque la verdad les importa exactamente eso: un rábano. Ya verán ustedes cuántos reportajes van a salir en esos medios sobre la manipulación del ordenador portátil de Raúl Reyes: ninguno.
Así será hasta que Uribe se convierta en otro de sus juguetes rotos. Entonces no pararán de restregarle por las narices su indecencia.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de octubre de 2008).