Sarkozy ha regresado de América con el huevo de Colón en la mano. Ha descubierto que la actual crisis económica se debe a la insaciable voracidad del capitalismo financiero, carente de escrúpulos. Dice que eso hay que cambiarlo. “Le laissez-faire, c’est fini”, sentencia. Ahora resulta que le parece mal la libertad de mercados absoluta. ¿Otro converso?
La parte más curiosa –si es que no cómica– del discurso que el presidente francés acaba de sacarse de la manga surge cuando se pone a preconizar “una refundación del capitalismo sobre bases éticas”. Al margen de que un capitalismo ético sea lo más parecido a una contradicción en los términos, ¿qué sabe Sarkozy de ética? Tanto él como “la comunidad internacional” (o sea, los estados más ricos del mundo) están dando la cara y reforzando por todo el orbe regímenes políticos abominables, que practican la explotación más impúdica de sus pueblos. Sarkozy le hizo no hace mucho la pelota con todo descaro al presidente de Colombia, Álvaro Uribe, para obtener de él determinados favores que podían mejorar su imagen en Francia y en Europa, fingiendo no saber que el Gobierno de Bogotá está entre los más corruptos y criminales del mundo, que protege a los cabecillas de las bandas paramilitares que han asesinado a diestro y siniestro (sobre todo a siniestro) y que se nutre sin apenas disimulo de los beneficios del narcotráfico. La noticia es del pasado jueves: ha sido detenido el exjefe de los fiscales de Medellín, hermano del ministro del Interior, acusado de estar conchabado con uno de los principales narcos del país. Actualmente hay 37 parlamentarios del grupo político de Uribe encarcelados por corruptos. Familiares del propio presidente han sido denunciados como cómplices de la delincuencia institucionalizada.
Pero Colombia no pasa de ser un mero ejemplo. Los hay a puñados. Y más tratándose de Francia, que en el África francófona ha hecho –y sigue haciendo– de todo.
Ahora Sarkozy quiere convocar una cumbre mundial para propiciar lo que presenta como una especie de capitalismo con rostro humano. Es patético. A ese hombre sólo le preocupa darse ínfulas y mejorar su imagen.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de septiembre de 2008).