Dice Evo Morales que el capitalismo es el principal enemigo de la Humanidad (llevo mal los rankings, pero ése no lo discuto) y añade que la actual crisis económica mundial demuestra que el enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo sigue tan vigente como siempre.
En ese punto sí me detengo, porque creo que la condición primera para que algo pueda oponerse a algo es que ese algo exista. ¿Existe el socialismo, como sistema económico diferenciado, capaz de presentarse como alternativa al capitalismo? ¿En dónde? Incluso en Cuba retrocede cada vez más claramente hacia los modos del capitalismo, así sea de un capitalismo a la china, es decir, bajo supervisión estatal.
Tal vez conviniera que empezáramos por precisar qué entendemos por socialismo. Según los clásicos de la materia, el socialismo se basa –debería basarse– en la propiedad colectiva de los medios de producción. Eso es incompatible con su apropiación privada. Tampoco es sustituible por la apropiación estatal. De hecho, en lo que durante muchos decenios se llamó “el campo socialista”, los estados eran estructuras burocráticas que trabajaban, en lo fundamental, al servicio de sí mismas. El tiempo demostró hasta qué punto la ciudadanía les era desafecta.
La contradicción que ha estallado con la crisis económica actual no es la que podría haber entre un capitalismo real y un socialismo imaginario, sino la que existe, y bien visible, entre dos formas de capitalismo. De un lado está el capitalismo financiero, especulativo (“de casino”, en gráfica expresión de la presidenta argentina), que basa sus impresionantes ganancias y sus apabullantes pérdidas en operaciones virtuales, sin dar un palo al agua, y del otro está el capitalismo productivo, que crea empresas, genera empleo, fabrica mercancías y se presenta con ellas en el mercado, a ver cómo le va. Este segundo capitalismo no es menos capitalista, pero sí mucho menos depredador.
El neoliberalismo salvaje ha permitido que el capitalismo especulativo se haya desbocado hasta extremos de absoluta locura. Y ahora quieren que sus dislates los paguemos entre todos, a escote. Que les den viento fresco.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de septiembre de 2008).