Tengo un buen amigo que lleva mucho tiempo negándose a hacer pagos con tarjetas de crédito y débito cuando le dicen: “Con el DNI, por favor”. Responde que no existe ninguna ley que conceda legitimidad a una demanda como ésa.
–Es por su propio bien; se trata de una medida de seguridad adicional a su favor.
–No es cierto –replica mi amigo–. De ser así, en Gran Bretaña, donde de momento no tienen ni DNI ni nada parecido, la ciudadanía no querría saber ni palabra de la utilización de dinero de plástico. Al ciudadano normal y corriente debería darle lo mismo en todas partes. Es una medida propiciada por los expendedores de tarjetas. Una medida, por lo demás, bastante inútil, a no ser que el usuario tenga un despiste de mil narices, porque son los Visas y demás Mastercards los que tienen que correr con cualquier utilización fraudulenta que se haga de sus tarjetas, en Gran Bretaña, en España y hasta en la mismísima Italia de Berlusconi.
Cuando acudo con mi amigo a un buen restaurante, se limita a pagar con su tarjeta y se la cogen sin pedirle nada suplementario, me doy cuenta de que los comensales circundantes dan por hecho que lo conocen. Pero no tiene porque ser así. Sin embargo, si se trata de la caja de unos grandes almacenes o de un punto de venta de billetes de lo que sea y le vienen con la historia del “Con el DNI, por favor”, ya la tenemos armada. Su mujer, que prefiere dar su brazo a torcer que pasarse allí día y medio, aprovecha cualquier descuido de él para pagar ella.
Una actitud práctica, pero él tiene razón.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de abril de 2009, en todas partes salvo en Cataluña y algunas otras zonas del Mediterráneo, en las que fue publicado el viernes 11 de abril de 2009).