El máximo dirigente de la sucursal de Al Qaeda en el Magreb, Andelmalek Drukdel, ha difundido por Internet una grabación amenazante en la que, tras vituperar a todos los mandamases de la zona, pone un énfasis muy especial en la denuncia de la ocupación española de Ceuta y Melilla. Esto ha preocupado al Gobierno de Madrid, por razones comprensibles, dado el carácter ultraviolento de la organización de Drukdel.
La arenga del agente de Bin Laden coincide con las reivindicaciones de los sucesivos monarcas alauíes, que insisten cada tanto en los derechos que afirman tener sobre Ceuta y Melilla. Sólo que ellos acostumbran a hacerlo más como arma de presión, para obtener tal o cual extra de las autoridades españolas, que con intenciones realmente belicosas.
A mí, que Al Qaeda y el rey marroquí de turno reclamen que el Estado español abandone Ceuta y Melilla me incita más a defender lo contrario que otra cosa, pero ya sé que hay causas que a veces tienen pésimos defensores y que eso no las hace necesariamente injustas.
Que Ceuta y Melilla están en África e incrustadas en territorio marroquí ofrece poca duda: basta con ojear un mapa. Igual le pasa a Gibraltar con respecto a España. Las razones históricas que explican tanto la españolidad de las primeras como la soberanía británica sobre la Roca son interesantes, pero apelan a decisiones basadas en apaños pretéritos y coloniales: que si lo sucedido tras la muerte del rey Sebastián de Portugal, que si el Tratado de Wad-Ras, que si el de Utrecht… Son líos leguleyos que a la ciudadanía del siglo XXI le suenan a sánscrito. Más de consideración podrían ser los deseos de las poblaciones respectivas, pero ése es también un criterio resbaladizo, porque muchos de los naturales de estos enclaves, cuando hablan de nacionalidad, sólo piensan en su cartera. Téngase en cuenta que Gibraltar está catalogado como el territorio británico más próspero y estable, y que tanto Ceuta como Melilla (donde los europeos de origen son minoría) poseen un nivel de vida muy superior al de su entorno marroquí.
El lío es ya de por sí considerable. Ya sólo falta que aparezca Al Qaeda poniendo bombas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de septiembre de 2008).