Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán. Se muestra perplejo por la virulencia con la que ciertos medios periodísticos de la derecha atacan a Mariano Rajoy para promocionar la candidatura alternativa de Esperanza Aguirre a la Presidencia del Partido Popular.
–¡Pero si es que lo tratan peor que al propio Zapatero! –se asombra.
–Ellos tienen un objetivo táctico principal, que es sustituir a Rajoy por Aguirre, y Zapatero no representa ningún obstáculo para la consecución de esa meta –le explico.
El argumento no le convence.
–Pero, ¿te das cuenta de lo desairada que puede quedar su posición en el caso de que Aguirre patine y Rajoy se imponga en el Congreso del PP?
Cómo se nota que Gervasio no es del sector.
–Acabo de decirte –insisto– que se trata de un movimiento meramente táctico. Para ellos, Aguirre es sólo un instrumento circunstancial. Su meta estratégica es controlar la dirección de la derecha española desde fuera, sin arriesgar sus propias carreras. Si Aguirre demuestra que no les sirve para eso, la dejarán de lado y se buscarán la vida por otra vereda.
Gervasio, como tanta otra gente, otorga una importancia desmesurada a lo que se oye en las ondas o se lee en los diarios. Los viejos periodistas sabemos que –por suerte para algunos, por desgracia para otros– el periódico de ayer sólo sirve hoy para limpiar las sartenes. En menos de lo que se tarda en decir adiós, la opinión pública da por amortizadas las patas de banco de ayer y se apresta a contemplar las nuevas. Los conozco que han resbalado en su vida profesional más veces y más espectacularmente que el más avezado de los esquiadores. Y ahí siguen, algunos incluso dándoselas de maestros.
Si los santones del agit-prop de la derecha ultra se ven defraudados por Esperanza Aguirre, la olvidarán, como olvidaron a tantos y tantas en el pasado, y se buscarán a otro mediocre con ínfulas que esté dispuesto a partirse la cara haciendo lo que le dictan.
Tal cual los pistoleros de las viejas películas del Oeste, harán otra muesca en su revólver y seguirán cabalgando. Siempre obsesionados por conseguir más fama y por hallar más oro, así sea en el bolsillo del de al lado.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de abril de 2008).