No creo descubrir nada a nadie si digo que José Luis Rodríguez Zapatero habla de un modo bastante raro. Tiene una dicción entrecortada, espasmódica. Hace unas pausas la mar de exóticas en medio de cada frase («Tengo… la intención… de… gobernar… hasta… el fin de… la legislatura», y cosas así). Además, sitúa los acentos prosódicos en donde se le pone: es capaz de decir «íntencion» y «législatura», y quedarse tan ancho.
Me alegan que se debe a un afán didáctico. Pero no veo qué esfuerzo didáctico se requiere para que te entiendan que tienes el propósito de gobernar hasta el final de la legislatura, por poner el caso.
Lo más digno de mención es la cantidad de responsables socialistas que se han puesto a hablar igual que él, con idénticos tics y la misma problemática dicción. Descartado que estemos ante un problema colectivo de orden genético, habrá que suponer que se trata de puro y simple mimetismo.
He visto muchos casos así. Hace años, un presidente de México empezó a vestir jerséis de cuello cisne. En pocas semanas, media Administración mexicana vestía jerséis de cuello cisne.
Por aquí, cuando el presidente Felipe González empezó a ponerse cazadoras de cuero o de ante durante los fines de semana mitineros, todo el socialismo patrio procedió a hacer lo mismo, como un solo hombre, e incluso alguna mujer.
Se trata de imitar al jefe, con la esperanza (seguro que casi siempre inconsciente) de ser visto como parte de su corte, y asimilado a él.
Es curioso que el presidente Aznar nunca provocara en sus filas ningún mimetismo de ese estilo. Imagino que sería porque tanto su habla como su porte no resultaban demasiado fascinantes.
Es verdad que Aznar contó con pocos admiradores. Pero, a cambio, tuvo muchísimos cómplices. Era lo que necesitaba.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de septiembre de 2007). Javier lo publicó como apunte (A loor e imitación del jefe). Lo mantenemos allí porque tiene varias notas y varios comentarios de bienvenida. Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2018.