En México, en tiempos –no sé cómo estarán las cosas ahora, aunque no tienen mucha mejor pinta, francamente–, si uno quería obtener un permiso de conducción de automóviles tenía dos vías disponibles, que ciertos funcionarios ofrecían al interesado: “¿Por dentro o por fuera?”, le preguntaban. “Por dentro” quería decir pasando el examen correspondiente; “por fuera”, sin someterse a examen, aunque pagando la mordida de rigor.
Nunca he pretendido que España sea un modelo de probidad administrativa, ni mucho menos. Aquí tenemos también sobornos de todos los tamaños, desde los más aparatosos hasta los más cutres. Me ha tocado ver de cerca alguno, para mi sofoco. Pero de lo que nunca había oído hablar por estas tierras es de la venta de carnés de conducir.
Pues la había. Hace unos pocos días cazaron a una banda, infiltrada en medios policiales, que se dedicaba a la venta de permisos de conducir “por fuera”.
Hasta cierto punto, procurarse un carné de conducir ilegal pagándolo a buen precio da muestra de un cierto respeto por la legalidad. Tratar de fingir que uno se atiene a la ley es una forma de tenerla en consideración. Sugiero que llevar un permiso de conducir falso empiece a ser considerado por los tribunales como una circunstancia atenuante. Porque, según cuentan los expertos, por nuestras carreteras circulan bastantes miles de conductores que se ponen al volante sin carné, ni verdadero ni falso.
Cuando leí la noticia, mi primera reacción fue exclamar: “¡Eso lo explica todo!”. Porque, a la vista de cómo conducen muchos, cabría deducir que o no tienen carné o el que llevan es falso. Pero la cosa es aún más grave: hay un montón de gente disparatada que tiene carné legal.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de noviembre de 2008).