Hoy al mediodía me toca presentar el libro de Alfredo Grimaldos “Zaplana, el brazo incorrupto del PP”. Será en un acto en el que intervendrán también –y principalmente– el propio autor y Jesús Ramírez, vicepresidente de la Asociación 11-M, que por lo que parece es buen conocedor del personaje.
Como la gran mayoría de vosotros no podrá acudir al acto, copio a continuación el texto de la que será mi intervención. Es relativamente larga (algo así como un cuarto de hora, según mis cálculos).
Si habéis comprado ya el libro o pensáis comprarlo, os aviso de que la segunda mitad de mi exordio (a partir del punto en que lo anuncio) se corresponde con lo que escribí para el prefacio, así que podéis prescindir de leerlo aquí y reservaros para la versión en papel, si preferís.
En todo caso, esto es lo que diré:
PRESENTACIÓN DEL LIBRO “ZAPLANA, EL BRAZO INCORRUPTO DEL PP”,DE ALFREDRO GRIMALDOS, EL 24 DE ENERO DE 2008, EN MADRID
Estoy aquí en una triple cualidad, ya que no calidad.
En primer lugar, como director de la colección Foca, del grupo Akal, que ha editado este libro.
En segundo término, como prologuista de la obra, labor que hice a petición del autor, y muy a gusto.
Y en tercer lugar (aunque no en último, ni mucho menos) como amigo de Alfredo Grimaldos, al que tengo desde hace muchos años en alto aprecio, como periodista, como crítico musical y como persona.
Voy a tratar de no extenderme demasiado, por más que ésa no sea una de mis especialidades.
Lo primero que tengo interés en comentar es que este libro ha sido objeto de una muy particular persecución. No seré yo quien asigne a El Quijote lo del “ladran, luego cabalgamos” (frase que, por más empeño que he puesto, jamás he encontrado en la celebérrima obra de Cervantes), pero sí podría recurrir a otra cita algo más de andar por casa (y ésta sí, comprobada): “el que se pica, ajos come”.
Don Eduardo Zaplana, caballero no muy andante, paladín de las Tierras Míticas, se ha movido todo lo que ha podido y un poco más para que este libro no esté en los estantes de algunos grandes almacenes que, Opus Dei mediante, profesan pleitesía a su partido y a su persona.
Quisiera decir un par de cosas sobre esos grandes almacenes, que no tengo ningún inconveniente en identificar: hablo de El Corte Inglés.
No sé si se habrán fijado ustedes en que la casi totalidad de los grandes periódicos españoles llevan todos los días una página entera de publicidad de esa gran empresa. Si prestan ustedes atención al contenido de sus anuncios, que puedo asegurarles que le salen carísimos, verán que casi nunca anuncian nada. Dicen cosas tan apasionantes como que están de rebajas (cuando todo el mundo está de rebajas), o que ya es primavera (aunque todavía no sea primavera).
La razón fundamental por la cual esos grandes almacenes se gastan un pastón en anuncios tan triviales (que no sólo salen en los periódicos, sino también en todas las radios, las televisiones, las revistas, etc.) es porque, gracias a esa onerosísima cartera de publicidad, tienen cogidos a todos los medios importantes por salva sea la parte.
Hace escasas semanas hablé con un muy alto responsable de un importante periódico y le conté que El Corte Inglés había decidido no vender el libro de Grimaldos. Que lo estaba boicoteando, sin más. “¡Acojonante!”, me dijo. “¡Hay que sacar algo sobre eso!”
A lo peor es que soy muy mal lector, pero me da que ese periódico no ha dicho ni pío sobre el asunto. ¿Por qué? No lo sé, pero me atrevo a aventurarlo: porque fue convenientemente informado del dineral que podría perder si esos grandes almacenes se le cabreaban y le declararan la guerra.
Quizá algunos de ustedes sepan que fui durante muchos años subdirector del diario El Mundo y jefe de su sección de Opinión, de la que acabé dimitiendo por razones de escandalosa incompatibilidad ideológica. Podría escribir decenas de páginas sobre cómo algunos grandes anunciantes se creen con derecho a interferir en la línea editorial de los medios. ¿Y cómo se creen con ese derecho? Por una buena razón: porque los propietarios de los medios se lo reconocen. ¿Se piensan ustedes que Endesa, o Iberdrola, o el Banco Santander, o el BBVA, o Repsol, o Caja Madrid, o Renault, o la Fiat, patrocinan carísimos coleccionables porque se les cae la baba por las 100 películas del siglo XX, o porque no pueden reprimir su pasión por los grandes museos del mundo, o porque están enamorados de la vajilla de Chillida, el célebre vendepeines de los vientos, o porque quieren compartir con las masas populares la belleza de los cubiertos de Mariscal?
Pagan para tener contrapartidas en forma de noticias bien sazonadas y de editoriales amables. Y para que no se publique lo que no les conviene que se publique.
Hasta para presentar un libro impertinente puede haber problemas. Hoy estamos aquí –y quiero agradecer muy sinceramente la hospitalidad de la Asociación de la Prensa de Madrid, de la que, dicho sea de paso, no formo parte– porque en el lugar donde habitualmente presentamos nuestros libros decidieron, en este caso, precisamente en este caso, ponerse bordes y plantearnos exigencias absurdas, que nos obligaron a mandarles a freír espárragos.
La vida está muy complicada. Créanme.
Hechas estas precisiones iniciales, que he creído de rigor, aprovecharé la ocasión para recordar lo que ya escribí para el prólogo del libro, y así, cuando ustedes lo compren (cosa que deben hacer sin falta, porque es bueno), se habrán ahorrado parte del trabajo.
Recordé para la ocasión mi vieja tesis según la cual la principal virtud que debe adornar a un buen estafador es la de parecer un hombre honrado. Más que nada porque difícilmente puede ser un buen estafador alguien que tiene aspecto de estafador.
Es un razonamiento que tiene su peso, sin duda, pero que he acabado por matizar. La experiencia me ha demostrado que tiene excepciones.
Eduardo Zaplana es una.
Zaplana tiene un llamativo aspecto de estafador, dicho sea en términos políticos, sin referencias directas al Código Penal.
Sólo he hablado con él una vez, en un supuesto desayuno de trabajo, pero en aquella hora escasa se mostró tan transparente y unidimensional que no me dejó espacio para la duda. Deduje, porque no me dejó más remedio, que es un hombre extremadamente ambicioso y carente de escrúpulos. Un arribista en estado casi químicamente puro. Exhibía –y sigue exhibiendo– una sonrisa permanente de perfecto descreído, típica de la gente a la que le da igual dos que veinte, siempre que los veinte acaben en su bolsillo. Aparte de eso, tiene un porte de nuevo rico que no suscita mucha confianza, precisamente.
Uno ve cómo se desenvuelve por la vida Rodrigo Rato, con la camisa medio salida y la corbata mal colocada, y se da cuenta inmediatamente de que el dinero le ha sobrado desde la cuna. Uno ve a Eduardo Zaplana tan puesto, tan almidonado, y piensa de inmediato que es un individuo que ha tenido que servirse demasiado de los codos para subir hasta la cumbre.
A lo largo de los últimos 20 años he estudiado a los políticos españoles menos escrupulosos con un interés en parte periodístico, en parte antropológico.
Los he clasificado en diversos géneros, del que el PP ofrece un buen muestrario. (El PSOE también, pero eso podemos dejarlo para otro día, tal vez próximo.)
Tenemos el modelo José María Aznar, funcionarial donde los haya. En cierta ocasión traté de explicarle a Federico Jiménez Losantos que Aznar es un trasunto cutre de Stalin, nacido en otro ambiente y otra época, pero de singular similitud psicológica. Para mí que no me entendió, a juzgar por su airada respuesta. Pero lo tengo más que claro, entre otras cosas porque dediqué varios años de mi vida a estudiar la peripecia vital y la obra de Josif Visiaronvich Djugashvili, alias Koba, alias Stalin. El georgiano era un bajito acomplejado (como Aznar), machista y amigo de los chistes zafios sobre mujeres (como Aznar), aficionado al vino (como Aznar), resentido con los intelectuales y los oradores brillantes (como Aznar), desconfiado y reservado (como Aznar) y muy hábil en el juego sucio de pasillos (como Aznar).
Por fortuna, nos ha tocado vivir en un tiempo y un país en el que los destierros en Siberia no se llevan, por razones históricas y geográficas, que, si no, a saber desde dónde escribiríamos unos cuantos.
Otro modelo de dirigente del PP es el que aporta Ángel Acebes. Acebes es un Tomás de Torquemada de nuestro tiempo, no demasiado actualizado, a decir verdad. Exhibe una determinación sectaria que resulta francamente inquietante. Fanáticos hay en muchos partidos, pero pocos de perfil tan unívoco y decidido. Para mí que resulta un activo electoral extraordinario, pero para el PSOE. Supongo que debe de haber cientos de miles de votantes dispuestos a tragar carros y carretas con tal de impedir que este hombre, que se crece con los años, llegue al Gobierno.
Tenemos luego el arquetipo de Alberto Ruiz Gallardón, tan pulcro, tan aparentemente moderado y tan transversal, que le dicen ahora. A mí me asusta como el que más, pero parece que al gran público no. Los especialistas en prospectiva electoral del propio PP consideran que su estilo es el que tiene más porvenir. Lo razonan así: «La derecha de aspecto puro y duro, como el de Esperanza Aguirre, tiene más apoyos en Madrid, pero suscita un fuerte rechazo en otras zonas con fuerte incidencia electoral. No será nunca una buena candidata a la Presidencia del Gobierno. Gallardón, en cambio, puede llegar a serlo.»
Como recoge Alfredo Grimaldos en este libro, Alberto Ruiz Gallardón llegó a recomendar a la dirección de su partido que marginara a Eduardo Zaplana, a la vista del resultado de las investigaciones internas sobre el llamado caso Naseiro que el hoy todavía alcalde de Madrid coordinó. No tuvo éxito. Y no lo tuvo porque, más allá del inconfundible aspecto de «relación peligrosa» que tiene el cartagenero, es un conseguidor nato. Le rodea una amplísima cohorte de estómagos agradecidos.
Él ha funcionado así desde que empezó a despuntar en política y a manejar fondos públicos: no es que beneficie sistemáticamente a sus fieles; es que se gana fieles y más fieles a base de beneficiarlos sistemáticamente. Cada vez que ha encontrado un obstáculo, ha tirado de la chequera. No de la suya personal, que en sus orígenes políticos estaba en blanco, sino de la de las sucesivas administraciones por las que ha pasado.
Zaplana es otro género de político español muy típico. Tiene tan claros sus objetivos personales como nebulosos sus postulados ideológicos. Está en la dirección del PP porque las cosas le vinieron dadas de una determinada manera, pero podría haber llegado a hacer carrera en el PSOE (o al menos a intentarlo) si se le hubieran presentado de otra forma. Del mismo modo que siendo murciano se travistió de valenciano para hacer carrera (sin ni siquiera esforzarse por aprender la lengua autóctona, pese a haber prometido que lo haría), de político ha ido deambulando entre unas premisas y otras con total desenvoltura, según las conveniencias del momento. Es el perfecto representante de la broma que gastaba Groucho Marx: «Estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo otros».
Él lo que tiene es que reparte. Y eso cae muy bien entre los beneficiarios.
El trabajo que ha hecho Alfredo Grimaldos en este libro responde punto por punto a las premisas de aquello que en tiempos llamábamos «periodismo de investigación».
Ahora el supuesto «periodismo de investigación» consiste en que tal ministro, este subsecretario o aquel otro director general telefonea a un periodista amigo y le filtra tales o cuales documentos, que el otro publica con gran alharaca, como si se hubiera roto los cuernos para conseguirlos, cuando lo que está haciendo es funcionar como una extensión del gabinete de prensa de su benefactor.
Lo de Grimaldos se sitúa en las antípodas. El autor de este libro, aquí de cuerpo presente, ha invertido muchos meses en hacerse con la documentación adecuada y en perseguir las fuentes con una tenacidad casi detectivesca, obteniendo a menudo la información con sacacorchos, al modo en que se practicaba el periodismo de investigación antes de que el gremio del que ambos formamos parte se convirtiera en otra variante más del funcionariado.
Eso es meritorio. Pero no lo es menos que haya acertado a contarnos todo lo mucho que ha conseguido averiguar sobre la tragicómica peripecia vital de Eduardo Zaplana con un estilo ágil, ameno y claro, que hace que este libro no sólo se pueda leer de un tirón, sino que sea casi inevitable leerlo de un tirón.
Zaplana es cualquier cosa menos un personaje histórico. Pero el relato de su singular biografía nos conduce por los subterráneos de la España pícara, sin cuyo conocimiento es imposible entender el funcionamiento de la España eterna.
Descendidos a ese oscuro submundo, comprobarán ustedes que Alfredo Grimaldos les sirve de guía certero. Créanme.
Muchas gracias.
Comentarios
Escrito por: luistxo.2008/01/24 08:48:9.077000 GMT+1
http://www.mapamovil.net
Menos mal que aún podemos encontrar alguna transparencia en libros, ya que no en periódicos diarios, como este. Aunque, me pregunto, ¿servirá para algo o simplemente para convencernos más a los convencidos?
De todas las maneras, mis parabienes al autor y al presentador y a la editorial. En un país tan democrático como este reino bourbónico, tiene su mérito escribir, presentar y editar libros como este.
Escrito por: Antonio Gil.2008/01/24 10:03:55.950000 GMT+1
Gallardón, con esa apariencia de niño bueno, engaña. En el fondo es tan de derechas como sus compañeros de partido, o más. La diferencia es que es un tipo educado, respetuoso con las leyes (incluso com las redctadas por el PSOE). Por eso cae tan bien a los de "centro" (si eso existe, que tengo dudas de que así sea) y a algunos de izquierdas.
El día que aparezca como candidato a presidente la izquierda se puede dar por vencida.
Escrito por: Raúl.2008/01/24 11:19:56.363000 GMT+1
http://viajeroaitaca.blogspot.com/
Escrito por: Juan Luna Delgado.2008/01/24 11:26:32.447000 GMT+1
Hola Javier:
Respecto a la frase del Quijote he encontrado esto:
"Ladran, luego cabalgamos."
http://es.wikiquote.org/wiki/Don_Quijote_de_la_Mancha
Saludos,
Alvaro
Escrito por: Alvaro.2008/01/24 11:51:47.940000 GMT+1
Escrito por: Ego.2008/01/24 12:28:59.175000 GMT+1
Escrito por: Lola.2008/01/24 14:28:55.918000 GMT+1
LA CENSURA QUE NO CESA:
24/01/2008.-
"(...)Estaban fijados el día y la hora, los platós preparados, el estudio a punto, el autor dispuesto y los periodistas con el guión, pero "órdenes del director general" de Sogecable, Carlos Abad, han impedido que Alfredo Grimaldos, el biógrafo crítico de Eduardo Zaplana, fuera entrevistado en CNN+ con motivo de la presentación de su libro El brazo incorrupto del PP, según fuentes de esta cadena consultadas y confirmadas en la Editorial Foca.
Grimaldos iba a intervenir en el programa Debate y esta es la segunda ocasión en que se le "levanta de la silla". La anterior se produjo con la salida de su libro, cuando Boris Izaguirre hizo entrar por teléfono al autor en su programa Chanel nº 4 con Ana García Siñeriz y anunció a continuación que a la semana siguiente sería entrevistado en directo. El encuentro nunca se produjo. (...)"
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Lo que no se entiende es la postura del grupo Prisa, últimamente.
Pareciera que la "consigna" para la cobertura de estas elecciones es "que gane el PSOE pero por poco" y que "a Zapatero, ni agua", una venganza pueril por el contencioso Prisa-Mediapro; que no se "carguen las tintas" contra los populares y que se guarde "un equilibrio" entre las informaciones críticas hacia uno y otro partido en los prolegómenos de lo que se considera "la campaña electoral más dura de la democracia". "Una de cal y otra de arena", en palabras de un redactor.
Qúe PAÍS¡¡¡¡
Escrito por: yaki.2008/01/24 14:43:54.981000 GMT+1
http://www.elcorteingles.es/libros/producto/libro_descripcion.asp?CODIISBN=6533023203
Ahí se puede comprar
Escrito por: arturo.2008/01/24 16:25:15.422000 GMT+1
Cambiando de tema, El Pais en su edición digital publica lo siguiente:
"Société Générale señala a un operador de bolsa de unos 30 años, con poca experiencia y un sueldo de 100.000 euros"
Voy a hacer las maletas que con esos sueldos me voy para Francia ya mismo.
Un saludo.
Escrito por: Larkham.2008/01/25 01:25:24.229000 GMT+1
Escrito por: PABLO.2008/01/25 11:32:8.803000 GMT+1
Yo estoy notando que poco a poco estamos peor que en los años 70, ahora se censura con mas "clase".
Menudo pajaro el tal Zaplana, tiene toda pinta de manipular a todos los medios, pero seguro que con amenazas barribajeras, que es su estilo.
Despues de leer el libro estoy mas convencido de quienes son unos y otros. Los mismos perros con distintos collares.
Escrito por: Galaceitor.2008/02/14 23:23:1.162000 GMT+1
mira esto:
http://www.elcorteingles.es/libros/secciones/buscador/buscasolo_f.asp?guiafacil=Zaplana.%20El%20brazo%20incorrupto%20del%20PP
Escrito por: tumismo.2008/10/23 16:07:7.157000 GMT+2