Comentaba ayer el peligro que apareja enfrentarse a los José María Cuevas (y a los Rajoy, y a los Aznar, y a los Rouco, y a los Mena, y a los Jiménez Losantos, etcétera), en la medida en que esa confrontación puede redundar en respaldo fáctico a un Zapatero que no merece ser respaldado.
Le faltaron las horas al presidente del Gobierno para ilustrar ese riesgo por partida doble. Aportó, para empezar, la decisión de su seguro servidor el fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, de pedir que Arnaldo Otegi sea encarcelado por los disturbios de la jornada de lucha del jueves, incluidas las bombas de ETA. Y añadió a ello ipso facto su plan de drástico ajuste de plantilla en RTVE, por el que el Gobierno pretende reducir a casi la mitad los recursos humanos de la radiotelevisión pública.
Sobre lo de Otegi caben dos posibles catalogaciones: la jurídica y la política. Desde el punto de vista estrictamente jurídico, no niego que quepa argüir que el dirigente de Batasuna ha violado las condiciones que le fueron impuestas cuando obtuvo la libertad provisional bajo fianza. Pero el fiscal general sabe que esas condiciones se las han saltado a la torera muchos procesados que han sido puestos en libertad provisional por la Audiencia Nacional en un momento u otro, incluyendo algunos que llevaban en el bolsillo carné del PSOE, sin que ninguno fuera privado de la libertad por ese motivo.
Pero es que, además –y sin abandonar por el momento el terreno de lo específicamente jurídico–, responsabilizar a quien hace un llamamiento (a lo que sea) de todo lo ilegal que acabe sucediendo en el ámbito de su convocatoria representa, como poco, una frivolidad. Aplicando esa singular lógica, todos cuantos llamaron a luchar contra ETA sin hacer reserva expresa de los métodos aplicables al caso habrían podido ser acusados de los crímenes de los GAL.
Tecnicismos jurídicos al margen, lo que ni al Gobierno ni a Conde Pumpido se les escapa es que, si encarcelan a Arnaldo Otegi, estarán provocando un problema político de primera importancia. Porque ni Batasuna ni ETA van a dar ningún paso serio por el camino de la pacificación si las cosas se plantean en esos términos. Es un error que ya han cometido varias veces los unos y los otros: pretenden ir a la negociación desde una posición de fuerza. Pero ponen tanto empeño en demostrar la fuerza que arruinan las posibilidades de negociación.
...........
Ya, ya sé que lo de RTVE es un asunto muy diferente. (Tanto, que yo mismo me he creído en la obligación de poner algunos puntos suspensivos de por medio.) Pero ambos planteamientos gubernamentales tienen aspectos en común. Dos muy llamativos: ambos son concesiones al ideario de la derecha y ambos –asunto todavía más irritante– tienden a debilitar la posición del propio Gobierno.
No voy a reincidir en argumentos ya expuestos aquí mismo en días pasados, referidos al escaso apoyo mediático que tienen las posiciones de Zapatero en numerosos asuntos cruciales. Ya he dicho que, por no tener, ni siquiera tiene claramente de su lado a la radiotelevisión pública. Sólo le faltaba empeñarse en debilitarla y granjearse la enemistad de sus trabajadores. Es un disparate. Para comprobar que tengo razón debería bastarle constatar con qué alborozo han recibido los medios de la derecha la noticia del semi-desmentalamiento de RTVE. Se les juntan las ganas empresariales y las políticas.
Sale Solbes y se pone a recitar, con su tono monocorde impostadamente tecnicista, las razones que convierten a RTVE en una ruina. Como si no supiéramos que el ente pierde dinero a espuertas. Pero, siempre lo he dicho, y lo repetiré una vez más: ¿por qué no se investiga en qué se va el dinero de esa casa, más allá de los gastos de personal? Y, puestos a ahorrar: ¿por qué no nos explica el vicepresidente lo muy rentables que son las Fuerzas Armadas españolas, y los enormes dividendos que produce la Casa Real, y cómo dinamiza la economía productiva el dinero que se le entrega gratis et amore a la Iglesia católica?
Si ellos pierden sus fuerzas respaldando lo que les perjudica, ¿por qué habríamos de gastar las nuestras respaldándolos a ellos?