No suelo ver casi nunca las cadenas de televisión llamadas generalistas. Por dos razones principales: sus programas no me suelen interesar y aborrezco la publicidad. De la televisión –no quisiera dármelas de intelectual exquisito–, me gustan sobre todo los deportes («los deportes», en España, viene a ser sinónimo de fútbol) y el cine, pero como el cine en las generalistas es un horror, porque para ver una película de dos horas te tiras cuatro, por culpa de la maldita publicidad, o lo veo grabado o recurro a algún canal de los que emiten por satélite.
Hago esta introducción para explicar que fue para mí toda una experiencia ver anoche una película por TVE. Caí en ella casi por error, zapeando, pero me intrigó y me quedé viéndola. Se titulaba Doble traición. La prensa la había anunciado esa misma mañana como una porquería. El País se cebaba con la protagonista, Ashley Judd, a la que llamaba «limitada». Cada cual tiene sus manías. Según la vi, a mi esa mujer, que no conocía, me pareció muy interesante. La acompañaba en el reparto Tommy Lee Jones, por el que tengo cierta debilidad desde que rodó Coal Miner’s Daughter.
Vale, el caso es que me puse a ver la película. Por lo que sea. A lo peor es que tenía un subidón de adrenalina, después de haber visto el partido del Barça.
Quedarme a ver eso implicó que me pegué un hartazgo de publicidad de muchísimo cuidado. Lo cual fue, para mí, toda una experiencia porque, como he empezado diciendo, no suelo ver publicidad en televisión.
En general, lo que más me llamó la atención fue que la mayoría de los anuncios de coches no cuentan las hipotéticas ventajas de los vehículos que anuncian, sino otras cosas, casi todas espectacularmente chorras: los coches se sumergen, se descomponen en piezas, llevan gente que baila, saltan por los aires, pasean delante de bellezas… Yo daba por supuesto que, si alguien quiere venderte un coche, tiene que explicarte características tan elementales como cuánto consume, qué capacidad tiene el maletero, cada cuántos kilómetros hay que hacerle revisiones, qué medidas de seguridad aporta… Se ve que no hace falta y que consiguen idiotizar al personal con espectáculos absurdos, semicircenses, cuando no directamente imposibles.
Pero el anuncio que logró dejarme de piedra, con un cabreo de mil pares, fue uno de no sé qué coche que explicaba que hay cosas totalmente secundarias, como la cantidad de sitios por los que puedes pasar, la cantidad de emisoras de radio que puedes sintonizar, la cantidad de mujeres con las que puedes estar… porque lo realmente importante es… no recuerdo qué. Que te dan un seguro de siete años, o algo así.
Monté en cólera. ¿No hay ningún organismo que pueda prohibir que se realice semejante ejercicio de cosificación de las mujeres, ese trato insultante, esa conversión en suplemento, en adorno… y encima en una televisión de titularidad pública, es decir, pagada por mí, entre otros?
Y luego dicen que la culpa es de la ley sobre violencia de género, que no funciona. Como si las leyes pudieran remodelar la realidad.
Vamos a ver: si se dedican ustedes a propagar la idea de que el seguro de un coche puede ser muchísimo más importante que una mujer (o, mejor dicho, que toda una lista de mujeres) y un ente público se lo permite y contribuye a ello, ¿de qué puede nadie quejarse luego?