Mi capacidad para disentir de lo que leo en los periódicos empieza con deprimente frecuencia en los propios títulos y titulares de los artículos y las noticias. A este respecto, la lectura de El País de ayer me resultó, como se dice ahora venga o no venga a cuento, «paradigmática».
Vía crucis. Primera estación: carta al director de doña Amparo Rubiales en la que trataba de no muy apasionantes cuestiones ideológico-gramaticales. La autora hacía involuntaria ostentación de su perfecta ignorancia del valor concreto de las comas, los puntos y los puntos y coma, con lo que producía confusiones muy curiosas y divertidas. Empezaba su exordio diciendo: «Agradezco al académico de la Lengua, don Ignacio Bosque, su artículo…». De tomarnos en serio su uso de las comas, deberíamos deducir que esta señora se piensa que la Academia de la Lengua sólo cuenta con un integrante.
Tampoco estaba nada mal el titular que mandaba en la página 33, dentro de la sección de Madrid: «Esta Navidad gastamos menos». Cómo se puede hablar de la Navidad en presente el día 7 de diciembre es misterio que no nos descubría el texto.
De todos modos, los dos títulos que más me llamaron la atención, por aparecer en un lugar de honor del periódico, eran los que encabezaban los dos artículos de opinión de la página 13. El primero se titulaba «¿Muerta por nada?» y era obra de André Glucksmann. El segundo, «Guinea es como Cuba: merece una política seria», aparecía firmado por Juan José Laborda.
El título del artículo de Glucksmann, cuyo texto está dedicado a evocar la figura de la periodista rusa Anna Polikóvskaya, recientemente asesinada y ya a punto de caer en el olvido, es ejemplo de una idea que nos persigue con irritante frecuencia por estos lares: la presunción –nunca explícitamente defendida, desde luego– de que las víctimas del terrorismo son voluntarias. Alguien muere por algo cuando acude a una muerte cierta (por las motivaciones que sea). Los terroristas suicidas, por ejemplo. O los cristianos que se presentaban a dar fe de su religión ante las autoridades que la habían proscrito y ejecutaban a quienes la profesaban. Pero no quienes corren peligro. Alguien que realiza una actividad de riesgo merece que se le considere valiente; no mártir. Cuando la AVT hace retórica con preguntas como ésa (una muy reciente: «¿Murió Gregorio Ordóñez para nada?») es obligatorio responderle que, dado que Ordóñez no murió por expreso deseo suyo, no cabe conceder a su muerte más sentido que el del único acto deliberado que comportó: la malhadada voluntad de su asesino. La pregunta que sí tendría sentido debería partir de ese punto. Sería: «¿Se quedará sin castigo el asesinato de Gregorio Ordóñez?». Pero, como quiera que el presunto culpable del crimen lleva ya bastante tiempo en la cárcel, habría que matizarla, dejándola en: «¿Se quedará sin suficiente castigo el asesinato de Ordóñez?». Una pregunta de efectos emocionales mucho más limitados, desde luego.
El título del artículo de Juan José Laborda es todavía más romo, supongo que por coherencia con su contenido, dedicado a defender una real politik topiquera. ¡«Guinea es como Cuba: merece una política seria»! Tendría sentido si el ex presidente del Senado supiera de algún Estado del mundo que no merezca una política seria. En tal caso, habría valido la pena dedicar el artículo a exponer esa idea, ciertamente novedosa. Me imagino el título: «Bhután es como Kiribati: hagamos con ellos una política risible».
Menos mal que no me da por la paranoia. Si no, acabaría pensando que hacen los periódicos así con la sádica intención de amargar la vida ya desde primeras horas de la mañana a quienes nos tomamos el periodismo más a pecho.