¿Tú sabes si los 15 soldados británicos que fueron capturados hace diez días por las Fuerzas Armadas de la República Islámica de Irán navegaban por aguas territoriales iraquíes o se habían metido en una zona marítima de jurisdicción iraní? Yo no lo sé, e imagino que tú tampoco. No tenemos modo de saberlo.
Irán ha
presentado algunos documentos fotográficos que parecen avalar su versión de los
hechos, pero podrían haber sido manipulados. Hoy en día esas cosas están al cabo de la calle.
Bien es cierto que las aportaciones iraníes resultan bastante menos improbables que las supuestas pruebas en las que el Ejecutivo británico ha tratado de sustentar la tesis opuesta.
La endeblez de las explicaciones del Gobierno de Londres no ha impedido a los dirigentes de la Unión Europea y de los Estados Unidos de América darlas por buenas sin más, desdeñando la posibilidad de investigar lo sucedido, así fuera para mantener las formas, y apresurándose a condenar la actuación de las autoridades iraníes. Desde el primer momento quedó claro que tanto la UE como los EEUU estaban dispuestos a respaldar al Reino Unido en todo caso, con independencia de lo que realmente hubiera ocurrido, y a arrastrar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hacia esa misma toma de posición irresponsable..
Ayer el
Gobierno de Londres rebajó notablemente la belicosidad de sus anteriores declaraciones,
hasta el punto de mostrarse conciliador. «Ansiamos que este asunto se resuelva
cuanto antes y por la vía diplomática. Estamos dirigiendo todos nuestros
esfuerzos en esa dirección», afirmó el secretario de Defensa británico. Entretanto,
la prensa de Londres informaba de que el Ejecutivo de Blair prepara una
declaración por la que se comprometerá a respetar «ahora y en el futuro» las
aguas territoriales iraníes. Una declaración como ésa no se entendería si los
soldados británicos apresados por las autoridades de Teherán no hubieran sido
cogidos in fraganti dentro del
espacio marítimo de Irán. Blair se siente pillado, nota que la opinión pública británica desconfía y trata de superar el incidente lo más rápidamente posible.
El episodio, de todos modos, va camino de demostrar de manera palmaria que las grandes potencias del llamado «mundo libre» pueden competir ferozmente entre ellas, pero se respaldan ciegamente las unas a las otras cuando surge el peligro de que algún estado de tercera categoría les quiera poner firmes Derecho internacional en mano.
No sería ni mucho menos la primera vez que los mandamases del mundo adoptan una actitud así de arbitraria, pero sí, desde luego, una de las más obscenas de las muchas que han escenificado en los últimos años.
Entretanto, en los círculos diplomáticos occidentales se dice que Washington ya lo tiene todo preparado para un eventual ataque armado contra Irán.