La apuesta de Mas y Duran-Lleida fue marrullera, pero relativamente astuta. Se ofrecieron como aliados a Zapatero y llegaron con él a un acuerdo a la baja sobre el Estatut con la muy transparente intención de dejar a ERC fuera de juego. Confiaban en que, al verse en una situación tan desairada, Esquerra se revolviera no sólo contra Zapatero, sino también contra Maragall, socavando las bases del tripartito catalán. Dejaría con ello abierta la puerta a una redefinición de las alianzas en la propia Cataluña. A un acuerdo PSC-CiU, más en concreto.
He escrito arriba que esa apuesta fue relativamente astuta. Ese «relativamente» está para indicar que fue astuta, ma non troppo. Ya he aludido en otras ocasiones a las diversas razones por las que no sólo el PSC, sino también el propio PSOE –el de Zapatero; no el de Rodríguez Ibarra y Bono–, tienen interés en la continuidad del tripartito catalán. No creo que sea necesario detenerse a explicar por qué ERC, si bien está obligada a mostrar su rechazo al pacto Zapatero-Mas, hará cuanto esté en su mano para no poner en peligro su presencia en el Gobierno de la Generalitat.
¿Son compatibles ambos comportamientos? ¿Puede Maragall aplaudir el acuerdo Zapatero-Mas y, a la vez, seguir gobernando en Cataluña con quien lo pone de vuelta y media? Y, por el otro lado, ¿puede Carod hacer como que la puñalada trapera de Madrid ha sido cosa de Zapatero y de Mas, pero que al president Maragall cabe dejarlo al margen? Bueno, pues sí. Lo que se dice poder, pueden. Porque les conviene. Y lo que falte de coherencia lo suplirán con ganas.
ERC está a la espera de que Zapatero se avenga a hacer ciertas concesiones de última hora que le permitan cambiar su negativa cerrada por una abstención más o menos distante, más o menos cómplice. Maragall le reconviene, reprochándole que planee desentenderse de un Estatut que mereció el acuerdo del 90% del Parlamento catalán. Pero él mismo ya se sabe la respuesta: lo que salió del Parlament es sustancialmente diferente de lo que han acordado Zapatero y Mas. Y es dudoso que quiera comprobar en las urnas del referéndum estatutario qué parte de la ciudadanía catalana comparte los reproches de Carod Rovira. Tiendo a pensar, en función de ello, que también Maragall ayudará a que se haga posible, si no el apoyo, al menos la abstención de Esquerra.
Con lo cual, no cabe descartar que sea CiU la que acabe en una situación muy poco airosa: habiendo propiciado un recorte sustancial de las reivindicaciones catalanas a cambio de muy poco, si es que no de nada. A cambio de la famosa foto, en suma.
Ni siquiera los clientes de Richard Avedon pagaban un precio tan alto por una sola foto.